La fantasía de construir «una ciudad en el aire» inspiró al francés Gustave Eiffel en el diseño de la célebre torre que lleva su nombre y es uno de los temas de la muestra que se inauguró hoy a 57 metros sobre el suelo de París.
La exposición, instalada en el primer piso de la torre, recorrerá hasta el próximo septiembre la historia de uno de los monumentos más visitados del mundo mediante dos centenares de fotografías y dibujos de todas sus épocas.
La idea de vivir en altura, que cautivó a los arquitectos de finales del siglo XIX, testigos de los primeros pasos de la aviación, compone una de las temáticas que estructuran esta muestra al aire libre.
«La Torre Eiffel es la realización de la idea de que era posible vivir a un centenar de metros del suelo» , explicó el comisario de la exposición, Philippe Simon.
El término de «ciudad en el aire» , por su parte, proviene de un texto del propio Eiffel en el que éste imaginó la primera planta del edificio como un «pueblo suspendido» , con una plaza, restaurantes e incluso una oficina de correos.
Para el responsable de la exposición, el principal hito de la Torre Eiffel es haber logrado ser, de época en época, un monumento «inscrito en su tiempo» .
«Parece que es la misma que hace 121 años, pero ha sido modificada de forma constante y es todavía moderna» , subrayó poniendo como ejemplo el paso de la iluminación por gas a la eléctrica en los albores del siglo XX y los colores que alumbran hoy en día el edificio llegada la noche.
La Torre Eiffel, según se recuerda en la exposición, ha cambiado tanto por fuera como por dentro, puesto que sus restaurantes forrados de madera, sus ascensores provistos en su origen de asientos o su tercer mirador a 276 metros de altura han vivido remodelaciones sucesivas.
Obreros suspendidos con arneses de las vigas de acero, mujeres con parasoles y hombres con bombín acodados a las barandillas se alternan en las fotografías que la sociedad gestora de la torre ha decidido ahora mostrar al público.
Otra de las curiosidades son los esbozos de proyectos ideados para «completar» la construcción y que nunca se llevaron a cabo, como la previsión de erigir dos torreones laterales o de recubrir la estructura con materiales diferentes al acero.
Pensada sólo para durar 20 años cuando fue levantada con motivo de la Exposición Universal de París de 1889, su uso para la radio y el telégrafo, promovido por Eiffel, salvaron al monumento de ser desmantelado durante las dos guerras mundiales para recuperar el acero y fabricar armamento.
El gigante -de 10 mil 100 toneladas de peso y erigido en dos años, dos meses y cinco días- logró de esa forma superar las perspectivas iniciales para alcanzar el tercer milenio, cuando se ha llegado a la cifra acumulada de 250 millones de visitantes.
Ahora, la torre propone a sus siete millones de visitantes anuales, 30 mil por día en sus picos de máxima afluencia, que «viajen en el tiempo» y se remonten a los orígenes de su construcción, en un espacio amenizado con un chiringuito y mesas desde las que el público puede imaginar la ciudad que se extiende a sus pies en los tiempos de la revolución industrial.
Agencia El Universal