Y ahora sí me pongo curtidito porque en estos temas nunca dejas contentos a todos tus lectores, así sean catorce (tengo fuertes sospechas, basadas en encuestas que no puedo revelar, de que ya rondo por los dieciséis).
Comenzaré por mi postura retrógrada, poéticamente incorrecta y totalmente parcial. El viaje de un cuerpo a otro cuerpo es el acto más rico y sabroso que pueda existir en esta guapachosa vida; además de ser tan adictivo, si uno lo decide así, puede adquirir el combo familiar, el cual incluye un pedazo de vida que nada más y nada menos te da la oportunidad de vencer a la muerte y dejar una parte de ti en un ser que seguirá caminando por este mundo cuando tu ya seas polvo de estrellas.
El problema es que en este país somos excelentes jugadores en el ejercicio de destruir la belleza y llenarla de tragedia. ¿Están cometiendo un delito las migrantes que abortan porque fueron violadas por tres Zetas a la vez?, pues fíjense que para muchas personas sí, y no sólo son los miembros de la ultraderecha guanajuatense.
La puntada de nuestro querido Felipe de pretender modificar los términos del Pacto de San José relativos a la protección de la vida desde la concepción para refrendar el compromiso “con el derecho a la vida”, no me merece otra opinión más que el susodicho sigue creyendo que gobierna una preparatoria donde las únicas mujeres que quieren abortar (para él) son unas golfas insensibles.
Si de verdad quiere tener un compromiso con el derecho a la vida, que depure a la Clase Política y proteja con humanidad (que no con armas) a los que ya nacimos y estamos acorralados por las balas. De otra manera (la actual), caemos en el círculo vicioso de que por un lado pregonamos la defensa a la vida, mientras que con nuestro actuar diario solapamos y propiciamos toda la podredumbre institucional que puede llevar (por ejemplo) a que una mujer que lleva siete meses de embarazo pierda la vida en el incendio de un casino en Monterrey.
La mujer, la plenitud de la plenitud que es la mujer, tiene derecho a destruir un cosmos interno si considera que la raíz de este fue un acto de completo caos.
No tenemos cara para recriminar una decisión de este tipo mientras no nos atrevamos a salir de nosotros a afrontar nuestra realidad fatigosa y así evitar que una horda de Zetas, o simples violadores, simples bestias, arruinen la vida de un ser humano.
La vida parece (y es) tan sencilla, pero hoy en día gran parte de la sociedad mexicana estamos inmersos en el síndrome del quesillo oaxaqueño: Todo lo enredamos.
Ojalá fuera tan simple Felipe, pero debes entender quel país que pseudo gobiernas tiene realidades mucho más trágicas de las que te cuentan tus asesores.
Clase Política: No te importamos, no nos importas.
¡2 de julio votamos en tu contra! XLIX