México, D.F.- Hay una faceta de Juan José Arreola que prácticamente no ha sido tocada por la crítica: es la que se refiere a su actividad docente. Hay que recordar que él era catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde impartía un taller de poesía. La naturaleza de semejante curso, por su inasibilidad no ceñida a un programa definido ni a ningún tipo fijo de criterio, impide describir con precisión qué aprendían los alumnos y cómo se construía el análisis de las obras que ahí se ponían en tela de juicio.
Empecemos por tener en cuenta que Arreola, a pesar de carecer de la documentación escolar propia de un catedrático universitario, era un profesor respetadísimo. Ello se debía a su prodigiosa capacidad de verbalización, a su no menos asombrosa posibilidad de relacionar a cientos de escritores entre sí mediante lazos creados a lo largo de decenios de lecturas en varios idiomas y, sobre todo a la audacia imaginativa que le permitía desmenuzar, a primera vista, cualesquiera poemas que los alumnos pusieran ante sus ojos al principiar la clase.
Arreola examinaba con el mismo respeto Muerte sin fin, que un desmañado soneto presentado por un estudiante de primer año de letras. Era un alto honor que las palabras nacidas de un impulso inexperto, pasaran por el filtro de la imaginación del maestro que era, como crítico muy parecido a lo que era como ajedrecista: más aventurado que teórico, más intuitivo que riguroso.
Por otro lado, no se trataba solamente de una clase, sino de una puesta en escena; la boina y la capa que constituían el nada torpe aliño indumentario del profesor creaban por sí mismos un interés complementario a las palabras.
Juan José Arreola Zúñiga nació el 21 de septiembre de 1918, en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, Jalisco y falleció el 3 de diciembre de 2001. Fue un escritor, académico y editor.
A lo largo de su vida realizó una gran cantidad de oficios, entre ellos la de vendedor de zapatos y la de encuadernador. En 1937 llegó a vivir al Distrito Federal en donde estudió en la Escuela Teatral de Bellas Artes. En 1944 Antonio Alatorre, Juan Rulfo y Arreola fundaron la revista Pan. Años más tarde colaboró en las revistas Mester, Los cuadernos del Unicornio y Lecturas en voz alta.
Trabajó en el Fondo de Cultura Económica como corrector y autor de solapas. Su primer libro de cuentos Varia Invención fue publicado por el FCE en 1949. Al año siguiente comenzó a colaborar en la colección Los Presentes y recibió la beca de la Fundación Rockefeller. En 1952 publicó uno de sus libros más conocidos, Confabulario y dos años más tarde su único texto de teatro, La hora de todos (1954).
En 1964 comenzó a dar clases en la UNAM y en 1972 publicó Bestario, serie que inició en 1958. Los reconocimientos que recibió a lo largo de su vida, fueron: Premio del Festival Dramático del INBA, en 1955; el Xavier Villaurrutia en 1963. En este año editó la novela La feria. En 1969 recibió una presea de parte del Grupo Cultural José Clemente Orozco, de Ciudad Guzmán.
En 1977 recibió el Premio Nacional de Periodismo por los programas que realizaba para Canal 13. Dos años después obtuvo el Premio Nacional en Lingüística y Literatura; en 1989, el Premio Jalisco en Letras y en 1992 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo que le otorgó la Feria del Libro de Guadalajara.
En 1995 fue galardonado con el Premio Internacional Alfonso Reyes; en 1998 el Premio Ramón López Velarde y en 1999 con motivo de su ochenta aniversario, el Ayuntamiento de Guadalajara lo nombró hijo preclaro y predilecto.