Ya sean verdes o rojas, las uvas no deben faltar en la mesa de la última cena del año. Dicen las viejas tradiciones que será de buena suerte comer 12 uvas al ritmo de las campanadas, ya que cada una significa un deseo.
La costumbre tiene su origen en 1909, cuando la extraordinaria cosecha de uvas de esa temporada llevó a los viticultores españoles a repartir el excedente y alentar el consumo para atraer la buena suerte.
Se sabe que en esos años, a principios de siglo, había hambre y por tanto hablar de excedentes es arriesgado, teniendo en cuenta además que las cosechas de uva por entonces eran pequeñas.
También se sabe que era difícil llegar a fin de año con uva fresca, por lo que sí se dio una abundancia y se empezó a ver como algo de la buena suerte.
La costumbre se conservó al paso del tiempo y cuentan las crónicas que la última noche de 1930 el mismísimo Alfonso XIII, abuelo del rey Juan Carlos I, se mezcló con los madrileños la noche de San Silvestre y recibió al nuevo año en la Puerta del Sol, en pleno centro de la capital de España.
Al paso del tiempo se empezó a difundir esta costumbre, que poco a poco fue siendo adoptada por varios países. Hoy en día, en la mesa de fin de año no faltan las uvas.
Sea o no una buena opción para la buena suerte, hay que recordar que las uvas son ricas en antioxidantes, fósforo, potasio, hierro y vitaminas.
No importa si son de las verdes o rojas, con o sin semilla, para muchas personas pedir el deseo es lo importante.
Actualmente hasta en las calles se encuentran vendedores de uvas, ya que para todos es de suma importancia que no falten esa noche.
Hay quien las ofrece bien frías y escarchadas de azúcar o dentro de la copa de champaña. Otra de las opciones es que pueden ser cubiertas de chocolate, para que éstas sean el mejor postre de la última noche.
Agencia El Universal