México, D.F.- El escritor y político José Vasconcelos empleó un instrumento artístico para despertar el gusto de la población por el conocimiento: la pintura mural.
Ese fue uno de los ejes de su proyecto educativo al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), de 1921 a 1924, el cual consistió también en la construcción de escuelas, bibliotecas públicas, campañas de alfabetización, la enseñanza de las bellas artes y el humanismo.
En el aniversario 130 de su natalicio, Conaculta recuerda a José Vasconcelos, quien siempre expresó su preocupación por la educación en México y tenía una idea de la importancia de la educación no en el sentido de la formación escolar, sino en el de aprender la cultura que transformara la moralidad, el conocimiento y forma de vida de la población.
El también nombrado Maestro de las Juventudes de América le dio una gran importancia a la educación estética, misma que tenía dos vertientes principales, el arte que se inculca a través de la educación artística desde el departamento de dibujo y manuales de la SEP; y el impulso al arte a través de murales situados en lugares públicos para que la gente los vea y se envíe un mensaje cultural, explicó Itzel Rodríguez, doctorante en Historia del Arte en la UNAM.
La especialista compartió con Conaculta que Vasconcelos, como impulsor del muralismo, entregó los muros de diversos edificios públicos a los grandes maestros de la escuela mexicana de pintura: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Roberto Montenegro, en los cuales se desarrollaron arte y educación, se captaron las raíces de la identidad nacional y recorrieron con sus “pinceles” la historia de México.
Vasconcelos propuso educar a las masas por medio de ideas e imágenes plasmadas en los muros de edificios públicos como el Colegio de Sal Ildefonso, la Alameda Central, El Palacio Nacional y la Universidad de Chapingo. En ellos se reflejarían hechos históricos para ser transmitidos al público en general, como una forma de comprender la historia de México.
“El proyecto buscaba generar una revolución a través de la cultura”, indicó la doctorante de la Facultad de Filosofía y Letras. Roberto Montenegro, Gabriel Fernández Ledesma, Javier Guerrero y otros profesionales coincidieron con Vasconcelos respecto a que la cultura se debía transmitir al pueblo.
Los primeros murales que se pintaron, explicó, fueron de significados pocos accesibles, un nacionalismo de corte fiscal y de alegorías.
Vasconcelos convocó a los artistas Fernando Leal, Fermín Revueltas, Jean Charlot, Diego Rivera, Emilio García, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros entre otros. Tuvieron un acuerdo acerca del papel que cumpliría el arte, cuya misión era “ser una especie de apóstol de la cultura”.
“Los murales desde un principio tuvieron una función social del arte público, no es un arte que se enajene o se venda a nivel privado, se ve, está puesto sobre los muros y quien circule por el lugar los verá”, señaló.
En varios textos se destaca que, durante el tiempo que Vasconcelos fue ministro de educación, hubo una total libertad sobre lo que se pintaba en los murales. “No hubo, como se piensa, una influencia directa de Vasconcelos sobre los artistas, no les proponía tema ni censuraba lo que en ellos se plasmaba”.
En opinión de Itzel Rodríguez, a Vasconcelos se le debe reconocer el haber congregado a los artistas: “Él los llamó y habló sobre el papel social que debe cumplir el artista y los intelectuales en general, pues los muralistas tenían que salir de una torre de marfil y cumplir una misión social entre el pueblo mexicano a partir de la Revolución”.
Hacia 1923 y 1924 se pintaron más murales sobre narrativas revolucionarias, se hace un inventario de la cultura nacional, se plasman fiestas, vestimentas, la enseñanza rural, el mitin político, imágenes que ya están instaladas en el imaginario del mexicano.
Es difícil hablar del muralismo como un movimiento artístico homogéneo, pero con Vasconcelos tuvo espacios y disposición desde la SEP. Al dejar el cargo, se endurece la libertad, ya no hay tantos acuerdos y es hasta la década de 1930 que dicha expresión artística vuelve a tener un poco más de espacios.
El muralismo, comenta Itzel Rodríguez, tiene una vocación social, es arte público que tiene un compromiso muy claro con el nuevo protagonista de la historia: el pueblo.
Toda la iconografía y el desarrollo de los programas murales, explicó, tiene que ver con la conciencia que se tiene, de un arte público que no le habla al especialista y conocedor de arte, o al mismo gremio de artistas sino que recibe la mirada del público de la gente y esa es su vocación, ser un arte social.
Las grandes obras murales realizadas en ese periodo histórico de Vasconcelos como ministro de educación permanecen en los edificios de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, el antiguo Colegio de San Ildefonso, Palacio Nacional, la Casa de los Azulejos y en el edificio de la Secretaría de Educación Pública.