Ricardo Martínez entró a la oficina del concertador José Areán, con sus buenas referencias por delante: era un chico entusiasta, había estudiado violín con el Pelícano -Daniel Burgos, maestro de muchas generaciones y concertino de la OFUNAM- y tenía ganas de ser director de orquesta. “Si quieres hacer carrera, prepárate para irte a Europa porque aquí será muy difícil”, le dijo.
El joven, que narra su historia vía telefónica desde Praga, le insistió a Areán, le aseguró que quería aprender todo cuanto fuera posible antes de hacer sus maletas. El maestro, que entonces preparaba la ópera de cámara En susurros los muertos, lo invitó a los ensayos y le pidió que se aprendiera la partitura de la obra contemporánea. “Jamás había visto signos como los que ahí estaban escritos, me di cuenta que pocas cosas me habían enseñado en el Conservatorio Nacional de Música, necesitaba otra clase de preparación”, cuenta.
Así empezó el camino del joven nacido en la ciudad de México hace 25 años, hacia su preparación como director de orquesta que hoy lo mantiene en la República Checa, estudiando al lado del profesor y director finlandés Jorma Panula, considerado uno de los mejores pedagogos del mundo. “No ha sido fácil encontrar dónde y con quién estudiar dirección de orquesta. En México intenté muchas cosas”, dice.
En el 2009 se anunció que Panula, también conocido como “maestro de maestros”, daría un curso en México, como parte de Instrumenta Oaxaca. Ricardo, dice, desde entonces lo buscó hasta conseguir que tiempo después se hiciera su maestro.
Mientras ese momento llegaba, continuó picando piedra en México hasta que fue imposible continuar. “No había dónde más estudiar, no había becas, no había nada”, dice el joven músico. Mandó un video a una escuela de Rumania y fue aceptado, consiguió recursos con sus amigos, familiares y con la Orquesta Sinfónica de Minería. “Mucha gente me ayudó y pude irme tres meses, regresé a México sabiendo que mi destino estaba en Europa, que sólo allá podía seguir aspirando a convertirme en un buen director de orquesta”, narra.
Europa, la escuela
Al volver al país siguió buscando dónde tomar clases, logró ser participante activo en la International Masterclass of Orchestral Conducting en Berlín, siendo el único director latinoamericano, pero le hacia falta dinero para ir. “Le escribí a medio mundo buscando que me ayudaran, incluso le mandé una carta a Carlos Slim, finalmente hubo unas personas que accedieron a apoyarme y me trasladé a Berlín a estudiar con Kenneth Kiesler”.
Antes de regresar una vez más a su país, audicionó en el Conservatorio de Praga y fue aceptado. Tenía sólo tres meses para despedirse, en definitiva, de su vida en México, y para volver a enfrentarse a la búsqueda de apoyos, porque, asegura, “cuando no tienes amigos ni compadres ni padrinos todo se vuelve muy complejo”. Desde el 2010, la República Checa es la tierra que le permite estar en contacto frecuente con las principales ciudades del viejo continente.
Ricardo ha sido seleccionado en diversas masterclasses alrededor del mundo bajo la guía de directores como Wolfgang Dörner, Michail Jurowski y Vladimir Ponkin. Ha colaborado con la Muntenia Philharmonic, Orquesta Nacional de la Radio Rumania, Berlin Sinfonietta, Orquesta Nacional de Lituania y la Westsächsisches Sinfonieorchester. Actualmente sigue su desarrollo bajo la guía de Panula, su principal mentor.
“He aprendido mucho, pero a quien le debo todo es a Panula. Él me ha enseñado que un director es sencillez y claridad, algo que pocos valoran porque hay una tendencia de directores que se convulsionan y tienen movimientos de rockstar”, dice.
Sus estudios ya han rendido frutos: en noviembre del 2011 debutó en el Carnegie Hall de Nueva York, con un programa que incluyó el Lieder para soprano y cuerdas de José F. Vásquez -fundador de la OFUNAM-; de Manuel M. Ponce y Heitor Villa-lobos.
“En las Masterclass asisten unas personas que son algo así como buscadores de talentos. Gente de Nueva York me conoció en Berlín, me pidieron mis datos y tiempo después me contactaron para preguntarme si quería dirigir en esa ciudad, dije que sí. Cuando me mandaron el contrato supe que era para ir al Carnegie Hall, no lo podía creer, pensé que era para estar en un museo, un pequeño teatro, algo así, no en su sala de conciertos más importante”, dice.
Un sueño en los Balcanes
Después de debutar en el Carnegie Hall fue invitado por los organizadores del Festival Internacional Sarajevo, un evento cultural y artístico que tiene lugar en la capital de Bosnia-Herzegovina, para representar a México en el encuentro artístico que se celebra en los meses de febrero y marzo desde hace 28 años. Aceptó no sólo por su cercanía emocional y física con Bosnia, sino por la relevancia de que su país fuera parte de un encuentro organizado por el Centro Internacional para la Paz de Sarajevo, la Unión Europea y la ONU.
Martinez propuso a los organizadores llevar un ensamble con 25 músicos para interpretar música de compositores mexicanos. El festival aceptó y decidió colocar una imagen simbólica de la cultura de México en el cartel oficial.
Ricardo, acostumbrado a tocar puertas, pidió apoyo a Conaculta; narra que en una reunión informal planteó a funcionarios que apoyaran con los boletos de avión, pues ya había conseguido que el gobierno de Veracruz cubriera los honorarios de músicos provenientes de las orquestas y escuelas del estado; el festival cubría hospedaje, traslados y alimentos.
Los funcionarios vieron positivamente el proyecto y le aseguraron que el apoyo se daría, sólo era cuestión de “revisar” detalles, pero en las semanas siguientes algo pasó y le informaron que no había recursos -situación que no fue aclarada por el Conaculta cuando este diario consultó con su oficina de comunicación social-.
Ahora, Ricardo se encuentra con la esperanza sostenida, día y noche, dice, y busca apoyos. “En Sarajevo aún no saben esta situación, tengo hasta el 13 de marzo para cancelar, pero espero que esto se solucione positivamente”, sostiene.
Paralelamente a este proyecto, Ricardo trabaja en la creación de una orquesta con músicos de los Balcanes, con la intención de contribuir a la paz de la zona. “No es algo irrealizable, llevo mucho tiempo perfilando esto y sé que en un futuro cercano concretaremos el proyecto en Sarajevo o en Bosnia-Herzegovina. ¿Volver a México? Sí, un día, convertido en el mejor”, asegura.
Agencia El Universal