Madrid.- El 20 de enero de 1562 Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés, firmó con el rey Felipe II la compra-venta de unos terrenos y unos edificios llamados Las Casas Nuevas de Moctezuma, en los que hoy se ubica el Palacio Nacional, en el Zócalo de la Ciudad de México.
Desde 1527, cuando se estableció la primera Audiencia de México y luego entre 1531 y 1532 en que se estableció el virreinato de México, no existía ninguna sede en la que los miembros de dichos organismos pudieran trabajar.
Hasta ese momento el propio Hernán Cortés les había dejado operar en sus propios edificios, primero en Casas Viejas, donde en la actualidad está el edificio del Monte de Piedad, y luego a las Casas Nuevas. Así que el monarca pensó que era conveniente que se adquiriera un edificio y unos terrenos para que se instalara el Palacio del virrey y la sede de la Audiencia Nacional.
Consciente de que Martín Cortés había heredado esos edificios de su padre, a quien a su vez se los había dado el rey Carlos V por su aportación a la conquista, le pidió que se los vendiera. Y el hijo del conquistador accedió.
La operación tuvo como testigo al notario Cristóbal de Riaño, que elaboró un documento de 11 páginas que fue firmado por ambos y en el que se estipulaba el precio: 34 mil castellanos, que era la moneda de la época. Una buena suma de dinero.
El edificio se convirtió en sede del Virreinato Novohispano y de la Audiencia de México durante más de dos siglos y medio, hasta que, con motivo de la Independencia mexicana en 1821, además de pasar a ser bienes propiedad del gobierno mexicano se transformó en Palacio Nacional.
Ayer, el notario del Archivo General de Protocolos, Luis Rueda, entregó a la encargada de Negocios de la embajada de México en Madrid, Francisca Méndez, la copia del acta certificada de dicha escritura de compra-venta que se conserva en perfecto estado. Según el director del Instituto de México, Jaime del Arenal, eso se debe a que el papel del siglo XVI y XVII es mucho mejor que el de los siglos XVIII, XIX y XX porque es papel de trapo y no de madera. Y además de ser perfectamente legible para quienes conocen la paleografía, no tiene humedad, ni daños.
Precisamente fue Del Arenal quien inició la búsqueda del documento al que considera «la escritura de nuestra casa, el Palacio Nacional». Primero pensó que estaría en el Archivo General de Indias que está en Sevilla (sur de España). Pero luego se dio cuenta de que al ser un documento de un acto privado y no público, estaría en el Archivo General de Protocolos Notariales de Madrid, como así fue.
Agencia El Universal