Pocos lugares invocan la intemporalidad como Stonehenge en Inglaterra.
El conocimiento absoluto de que cada año durante los últimos 5.000 años de la Tierra, el sol y Stonehenge se han alineado sólo para que los rayos de luz mirando en la cara de la llanura de Salisbury se deslicen en posición vertical a través de la piedra, emana en nuestros sentidos el orden cósmico de los inicios.
Las musculosas rocas, pero elegantes, fueron puestas por personas que escazamente podemos imaginar o recordar.
Después de pequeños instantes, el momento se ha desvanecido y nos damos cuenta que también nosotros, brevemente, hemos sido alineados en el tiempo.