El pasado 15 de septiembre la voz del tenor Ramón Vargas se unió a la de más de 9 mil personas en el tradicional grito de ¡Viva México!, convirtiendo al Auditorio Nacional en la gran caja de resonancia de las tradiciones patrias.
En punto de las 21:00 horas dio inicio el concierto del tenor mexicano, titulado “Ramón Vargas le canta a México”, recibido por las palmas y vítores de miles de familias, ataviadas con trajes típicos, sombreros, cornetas, cintas y paliacates que exhibían los colores patrios, y que ya habían comenzado la fiesta desde las 19:00 horas en el vestíbulo donde no faltó la ronda de mariachis, las quesadillas, el tequila, los sopes, tacos, aguas de sabores y los bigotes falsos muy mexicanos que hombres, mujeres y niños usaban sin distinción.
El tenor estuvo acompañado por la Orquesta Sinfónica de Minería, que mostró su calidad interpretativa bajo la batuta del consagrado director Carlos Miguel Prieto, además de la enjundia del Mariachi América, el trío Los Morales y la elegancia de la soprano María Alejandres.
Decidido a hacer pasar al público un memorable 15 de septiembre, el tenor mexicano ofreció un recorrido por las joyas del repertorio nacional en una verbena de música y remembranzas, donde a momentos el público se sumaba como un gran coro a las interpretaciones.
Canciones como Paloma querida, Serenata huasteca y Un mundo raro rindieron en las voces del tenor y su acompañante, María Alejandres, un digno homenaje en esta fecha al gran compositor del tequila, los despechos, los amores pasionales y las eternas esperanzas: José Alfredo Jiménez.
Tampoco faltaron interpretaciones como aquella que inicia con el ya clásico “Acuérdate de Acapulco”, y con la que el tenor reinventó, al menos por una noche, la manera en que María Bonita, de Agustín Lara, es sentida por todos los mexicanos.
También incluyó del querido Flaco de Oro otras joyas como Farolito y Mujer, que despertaron aplausos y halagos en los numerosos asistentes, así como gritos apasionados en los que algunos daban cuenta de sus amores mal pagados.
En punto de las 22:55 horas, las pantallas panorámicas del Auditorio se enlazaron con el Zócalo capitalino para presenciar el ambiente general de la plaza bañada por la lluvia y la salida al balcón presidencial de Palacio Nacional del mandatario Felipe Calderón para dar el tradicional grito de independencia.
El concierto continuó cuando mariachis y orquesta unieron fuerzas para romper el silencio y acompañar a Ramón Vargas y María Alejandres en la interpretación de otras joyas como Sabor a mí y El andariego, de Álvaro Carrillo; Júrame, de María Grever, y Bésame mucho, de Consuelo Velázquez, sin faltar el tradicional México lindo y querido.
Con la pasión de los gritos, las porras y los colores verde, blanco y rojo esparcidos por todo el escenario y las butacas del Auditorio finalizó la memorable presentación, que unió la música, las voces, las tradiciones y el recuerdo de varias épocas en un solo lugar y una única velada.