La personal geometría con que el pintor oaxaqueño Francisco Toledo ha dado vida a un nuevo Pinocho, alejándolo del terreno de la imaginación infantil y aproximarlo al mundo adulto a través de trazos de evidente erotismo, aparece en el libro homónimo de este personaje creado por Carlo Collodi, que será presentado dentro de las actividades de la 26 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Editado por la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta, Pinocho está compuesto por una serie de obras creadas por Francisco Toledo que incluye una lúdica galería de animales —ya previstos en la historia original, en su mayor parte—, como gatos, serpientes, conejos, peces, grillos, caracoles y pollos.
Toda una zoología juguetona que habita una fantástica morada en la que atraen la mirada el sexo de las marionetas, la profundidad de la boca de los peces, los pícaros ojos felinos. Y continuamente está Pinocho, con sus piernas largas, sus ojos a menudo sorprendidos, afanándose sin pausa ante las otras criaturas y los objetos, los rayos pálidos de la luz.
Pinocho es hoy un ícono infantil pleno de moralejas y valores, pero cuando Collodi lo concibió hace 130 años, Las aventuras de Pinocho era una oscura fantasía donde una marioneta se relacionaba con embaucadores, asesinos, tiburones, carceleros y otros personajes que naturalmente exiliaríamos del paraíso de la infancia.
Toledo parece haber leído aquella versión primera, o al menos, su Pinocho es concebido como un periplo vital fuerte y sin concesiones, una entrada sin mediaciones en la crudeza del mundo adulto. Crudeza, sí, pero intensamente colorida: este nuevo Pinocho es una baraja de cromos donde parecen haberse pulverizado, de tanto presionarlos, los pasteles del artista. Toda una gama cromática puesta al servicio de una imaginación alerta que reescribe, a su manera enfática y sensual, una fábula donde no cabe la inocencia.
De acuerdo con el propio Francisco Toledo, desde su infancia tuvo un acercamiento a esta figura entrañable y, como centenares de niños en numerosos países y a lo largo de varias décadas, lo hizo suyo, lo guardó, lo atesoró en silencio, para, luego de un buen número de años fecundos, darle una vida nueva, situándolo en atmósferas que corresponden ya enteramente a la mirada y a la mano del inigualable creador que ha llegado a ser.
La figura, el cuerpo de madera de Pinocho aparece aquí como algo naturalmente idóneo para el trazo y el colorido de la obra de Francisco Toledo. En una de estas piezas, por ejemplo, un compás acompaña a las líneas rectas de la marioneta, como si Gepetto —el creador de las fabulaciones originales— hubiera pensado también en redondeces alternadas. Sería mucho después, en los trabajos del artista mexicano, que brotaría plenamente aquella geometría.
Francisco Toledo, al volver a imaginar a su Pinocho, ha trazado un universo de sinuosidades personalísimo, que se percibe como si fuera visto a trasluz gracias al magistral juego de tonos pastel. Una geometría fantástica, que surge de los pliegues ocultos de la conciencia del autor y que se revela en perturbadoras maravillas.
Se corresponden a la perfección con este nuevo Pinocho inquietante los poemas del veracruzano Francisco Hernández, quien ha podido encontrar notas y acordes nacidos, más que de la historia del personaje de la larga nariz, de la obra de Francisco Toledo, que lo ha maravillado.
Pinocho será presentado este viernes 30 de noviembre a las 17:00 horas, en el Salón Agustín Yáñez de la Expo Guadalajara, con los comentarios de Natalia Toledo, Demián Flores y Julio Trujillo.