El glifo 10 Conejo, que se localiza entre las garras del pie derecho de la escultura de la diosa Tlaltecuhtli, hallada en 2006 frente a Templo Mayor, sugiere a los especialistas arqueólogos que el monolito sirvió como una lápida para el gobernante mexica Ahuízotl, quien falleció en 1502, fecha a la que alude dicha inscripción glífica.
Leonardo López Luján y Eduardo Matos Moctezuma, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), consideran que el monolito de la Tlaltecuhtli, diosa de la tierra, “fue una lápida que seguramente Moctezuma II mandó hacer para ponerla donde el tlatoani Ahuízotl fue enterrado”.
Al impartir la conferencia inaugural por el XXXV aniversario del hallazgo de la escultura de la diosa Coyolxauhqui, el sábado pasado en el Museo del Templo Mayor (MTM), el arqueólogo Matos Moctezuma expuso que en el Códice Telleriano-Remensis se muestra en la parte superior el glifo 10 Conejo (que marca la fecha 1502), y bajo éste las imágenes de los gobernantes Ahuízotl dentro de un bulto mortuorio, y delante de él Moctezuma II, quien en ese momento asumía el gobierno de la antigua Tenochtitlan.
El investigador emérito del INAH dijo que el monolito fue puesto con dirección poniente-oriente, es decir, “por donde se mete y renace el sol cada día, lo cual también se relaciona con la muerte; entre los mexicas, Tlaltecuhtli era la diosa que devoraba con su boca a los muertos (en el poniente), y los paría por el oriente, rumbo al Tlalocan, el sol o el Mictlan”.
“La escultura, de cuatro metros de lado y 3.57 de ancho, hallada en 2006, quizá representa que la diosa devora al sol —astro con el cual se vinculaba a los tlatoanis—, en este caso a Ahuízotl, y pare al nuevo sol (Moctezuma II) a través de sus piernas abiertas”.
Eduardo Matos explicó que de acuerdo con las memorias de fray Bernardino de Sahagún, escritas en el siglo XVI, frente al Templo Mayor había un templete donde los gobernantes mexicas eran incinerados y sus restos enterrados, lo cual podría corresponder al espacio donde se han hallado el monolito de Tlaltecuhtli y más de 20 mil materiales de ofrendas.
“Es de sumo valor la relación entre el dato arqueológico y las fuentes históricas, pues ello nos permite una mejor interpretación de los vestigios prehispánicos que se van localizando y de la cosmogonía mexica, tal como pasó en este caso; el monolito de Tlaltecuhtli lo pudimos comprender más a partir de los símbolos que presenta, y cómo estos están descritos en documentos del siglo XVI”.
En ese sentido, el experto en la cultura mexica se refirió también a los mitos del nacimiento de Huitzilopochtli y la muerte de Coyolxauhqui, descritos en el Códice Florentino, así como el nacimiento del quinto sol, narrado en el Códice Chimalpopoca, los cuales fueron representados por los tenochcas, en esculturas como la Piedra del Sol o Calendario Azteca, y el monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui.
Sobre la última, Matos Moctezuma recordó dicho hallazgo registrado el 21 de febrero de 1978, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Tras su descubrimiento y luego de la consulta en las fuentes históricas, se pudo determinar que se trataba de la diosa lunar, que se enfrentó con su hermano Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, cuando nació éste.
“Debido a la batalla, cuenta el mito, Coyolxauhqui fue decapitada por su hermano, de manera que su cabeza se convirtió en la luna, y su cuerpo fue lanzado por el cerro del Coatepec, por lo que cayó al pie de éste desmembrada, tal como se le puede ver en la escultura localizada a finales de los setenta.
“Dicha mutilación —agregó Matos Moctezuma— se relaciona con las fases lunares y con el ciclo menstrual, elementos por excelencia femeninos”. Además, describió la policromía que originalmente debió tener el monolito: amarillo para el cuerpo, blanco en los elementos óseos que se aprecian debido al desmembramiento, azul en los ornamentos y rojo en el resto”.
Asimismo, el especialista del INAH se refirió al mito del nacimiento del quinto sol, grabado en el Calendario Azteca, en cuyo centro se encuentra el rostro de la deidad solar, Tonatiuh; a su alrededor hay cuatro cuadrantes que simbolizan los cuatro soles antecesores, cada uno con figuras que refieren la destrucción del hombre (jaguares, viento y fuego).
Tales aspectos son abordados en el libro Escultura monumental mexica, en el que los arqueólogos Eduardo Matos y Leonardo López Luján reúnen los hallazgos, descripciones, significados y simbolismos de los principales monolitos tenochcas, entre ellos, los tres mencionados. La edición será presentada el próximo 23 de febrero en el Palacio de Minería.
La siguiente conferencia en el Museo del Templo Mayor (MTM), con motivo del 35 aniversario del hallazgo de Coyolxauhqui, será dictada el próximo 16 de febrero, por el arqueólogo Diego Jiménez Badilla, a las 10:00 horas en el Auditorio “Eduardo Matos Moctezuma”. La ponencia se titulará Evidencias del culto a la tierra en dos ofrendas del Templo Mayor, en la que explicará las características de dos oblaciones que “fueron creadas por los mexicas para ofrecer fuerzas germinativas a la tierra, es decir, restituirle lo que ella les daba en las cosechas”. Entrada libre.