23 de abril de 1563, hace 450 años, se colocó la primera piedra de la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, uno de los monumentos más representativos de la arquitectura española.
El conjunto arquitectónico, de dimensiones colosales, está situado en las estribaciones de la sierra de Guadarrama, a unos 50 kilómetros al noroeste de Madrid, y consta de un monasterio y una iglesia, un palacio y un panteón real. El rey Felipe II (1527-1598) encargó su construcción al arquitecto renacentista Juan Bautista de Toledo, que había sido ayudante de Miguel Ángel en la basílica de San Pedro del Vaticano, y tras su muerte, en 1567, las obras corrieron a cargo de Juan de Herrera, que le imprimió su célebre estilo, el herreriano, caracterizado por la simetría y la austeridad.
Felipe II construyó el monasterio de El Escorial para conmemorar la victoria en la batalla de San Quintín, acaecida el 10 de agosto de 1557, en la festividad de San Lorenzo, y posteriormente se convirtió en la residencia de la familia real española y en su lugar de sepultura. El mismo monarca murió el 13 de septiembre de 1598 en una alcoba de El Escorial. Según fray José de Sigüenza, que fue su consejero, la gota le atormentó durante varios años y en el verano de 1598 se sintió «asado y consumido del fuego maligno que le tenía ya en los huesos».
En 1562, un año antes de la colocación de la primera piedra, se preparó el terreno y se abrieron zanjas para construir los cimientos, en un paraje solitario junto a la humilde aldea de El Escorial.
El padre Sigüenza explica que el 23 de abril de 1563 «le pareció a Juan Bautista de Toledo que era ya tiempo de comenzar la fábrica y asentar la primera piedra, fundamento de todo el cuadro y planta: juntó a los aparejadores y oficiales, llamó a los religiosos para que se hallasen presentes (no pudo subir el Prior al sitio porque estaba fatigado); el Vicario y los demás que hemos nombrado llegaron al medio de la zanja, que estaba abierta en la línea y perfil que mira al Mediodía, que es ahora debajo del asiento del Prior en el refectorio, en la mitad de aquel lienzo o fachada». Los religiosos y los circunstantes –el rey no estaba presente– se pusieron de rodillas y bendijeron el lugar.
A continuación tomaron una piedra ya aparejada en cuyos lados aparecía inscrito «el nombre del fundador y del arquitecto, el día y el año en que se asentaba». Acto seguido se fueron todos a comer a la villa de El Escorial.
Durante siglos se desconocía la localización exacta de esta piedra angular, hasta que en 1971 se descubrió durante la construcción de unas nuevas cocinas en el monasterio. Mide 40 centímetros de alto y 1,60 de largo, y en una de sus caras se puede leer la siguiente inscripción: «Dios óptimo máximo, vele por esta obra».