La sidra es uno de los iconos de la gastronomía asturiana y una excusa perfecta para visitar los concejos más «sidreros» del Principado, una región en la que los campos de manzanos, la sidra y los lagares donde se degusta son los protagonistas. Siguiendo esta Ruta de la Sidra desde Gijón hacia el este también se enlazan aldeas marineras, bellas playas, parajes protegidos, iglesias del prerrománico asturiano y, por supuesto, la mejor mesa, siempre regada con sidra natural.
En Gijón el mejor lugar para iniciar este recorrido es Cimadevilla. El antiguo barrio de pescadores, que despliega sus callejuelas y plazoletas en las laderas del cerro de Santa Catalina, es hoy una concurrida zona de bares de tapas y sidrerías a las que acuden tanto los visitantes como los propios gijoneses. El cerro está coronado por la pradera de la Atalaya, con miradores al Cantábrico. A sus pies se encuentra la plaza Mayor, porticada en tres lados y con el Ayuntamiento del siglo XIX dominando uno de ellos. La gran cantidad de chigres (sidrerías tradicionales) que concentra esta plaza la convierten en el lugar más animado del viejo Gijón, sobre todo al caer la tarde, cuando se tranforma en punto de encuentro. A un paso queda otra plaza con sidrerías que miran al palacio de Revillagigedo, hito monumental de Gijón y uno de los mejores edificios barrocos de Asturias.
Capital de la manzana
Tras Gijón, la ruta se dirige hacia el este hasta Villaviciosa, capital de concejo y parada obligada por ser una de las grandes villas sidreras de Asturias. En el casco urbano se erige la iglesia de Nuestra Señora de la Oliva (siglo XIII), varios palacios y sidrerías históricas aún en funcionamiento como El Gaitero, que abrió en 1890. Una sección de la fábrica muestra una exposición sobre la elaboración de esta bebida que se obtiene de la fermentación de la manzana. Hileras de árboles cargados de esa fruta ocupan los alrededores de la ciudad y visten el camino hasta la Reserva Natural de la Ría de Villaviciosa.