El pasado sábado 15 de junio se conmemoró el día mundial del viento, un recurso valorado desde hace siglos como una importante fuente para generar energía que apenas en el siglo pasado comenzó a considerarse una opción energética masiva en países como España, Alemania y Estados Unidos.
La energía eólica es considerada un recurso limpio y renovable que no genera gases de efecto invernadero y, en consecuencia, es una de las medidas más importantes para mitigar el cambio climático en el mundo. Dadas sus importantes ventajas técnicas, ambientales y económicas es considerada un sólido puente hacia la transición energética y al desacoplamiento de los combustibles fósiles.
México es uno de los países con potencial eólico abundante. Las prospectivas señalan que el aprovechamiento del viento podría incrementarse en zonas como la Rumorosa en Baja California, en Zacatecas, Hidalgo, Veracruz, Sinaloa, en la Península de Yucatán y sobre todo en el Istmo de Tehuantepec. Sin embargo, para nadie es un secreto que el avance de la energía eólica en el país se ha visto detenido por los conflictos sociales que ha conllevado a lo largo de la última década la implementación de parques eólicos en esta zona.
La Asamblea de pueblos indígenas del Istmo de Tehuantepec en defensa de la tierra y el territorio ha señalado en repetidas ocasiones cómo las comunidades son víctimas de represión, despojo y violaciones a los derechos humanos, por parte de los gobiernos estatales y por algunas de las empresas que pretenden construir parques eólicos en la zona.
Greenpeace reconoce la necesidad de impulsar la energía eólica como una alternativa para la transición energética en México, pero no a costa de los derechos de las comunidades.
El Estado mexicano debe garantizar la cohesión y el pleno respeto a los derechos humanos y de los pueblos indígenas así como el cumplimiento de convenios internacionales sobre este tema y poner énfasis en el derecho de las comunidades a las tierras, territorios y recursos que tradicionalmente han poseído u ocupado
Ante la próxima discusión de la Reforma Energética en nuestro país, la clase política debe abrir el debate en temas complejos como éste, y establecer mesas de diálogo que permitan avanzar en la solución de conflictos. En temas energéticos, el panorama es amplio y diversificado y los políticos se están quedando cortos.