La noche más corta del año, una noche mágica, llena de leyendas, brujas, meigas y tradiciones. La noche de San Juan está hecha de fuego, de deseos y fiesta. Sus orígenes se remontan a las más primitivas necesidades de conmemorar la fertilidad y exorcizar los malos espíritus. la llegada del verano se celebra con gran alegría e intensidad y donde se siguen ritos y costumbres que han sobrevivido el paso del tiempo.
1- Ísil, Alt Àneu. Lleida. Un mes antes los habitantes de este pequeño pueblo del Pirineo leridano preparan las «falles», largos troncos de pino de un metro y medio de longitud que son repelados y plantados para que se sequen y ardan mejor la noche de San Juan.
La tradición también manda plantar una gran «falla» en la plaza del pueblo. Cuando el sol empieza a ponerse, la víspera del día de San Juan, los fallaires suben a la montaña para recoger las fallas y esperar junto a una gran hoguera el momento de encenderlas y bajar en comitiva hasta el pueblo.
Entonces, a través de zigzagueantes caminos de montaña, les Falles d’Ísil bajan a hombros de los fallaires creando un espectáculo de luces, fuego y sombras bellísimo. La Falla mayor también arde en el centro del pueblo, donde los fallaires son recibidos por les fadrines con vino, coca y un ramito de flores. El origen de esta fiesta, que fue recuperada a principios del siglo XX, se pierde en los tiempos.
2- San Pedro Manrique. Soria. Ya están preparados los mil kilos de leña de roble que arderán la noche de San Juan frente a la ermita de la Virgen de la Peña de esta localidad situada a unos 50 kilómetros de Soria. Una alfombra roja, candente, de brasas encendidas espera a que empiece el Paso del Fuego. Esta celebración ancestral tiene que realizarse mirando al oeste y se cree que en su origen fue ritual iniciático o purificador. Hoy, como hace siglos, los hombres de San Pedro o «pasadores» siguen caminando descalzos, a veces con alguien a cuestas, sobre las largas alfombras de fuego la medianoche del día 23 de junio.