Sinfónica Juvenil…magistral presentación en el Cervantino

El Templo de la Compañía en la ciudad de Guanajuato, una de las grandes iglesias jesuitas construida durante la época de la Nueva España, fue escenario de un concierto magistral a cargo de la Orquesta Sinfónica Juvenil Silvestre Revueltas en el marco del 41 Festival Internacional Cervantino.

Bajo la dirección de Jesús Almanza y acompañado del Coro Juvenil del Conservatorio de Celaya, el proyecto regional nacido en el 2005 que reúne a talentosos músicos con sede en el Conservatorio de Música y Artes de Celaya, interpretó la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven en versión original para orquesta coro y solitas.

La primera composición musical reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad inició con Allegro ma non Troppo, un poco Maestoso, para continuar con el segundo movimiento, Scherzo: Molto Vivace – Presto.

Al llegar al tercer movimiento, la música pausada y majestuosa se vio acompañada de un viento fresco que invadió el espacio vestido de esculturas de santos, altares neoclásicos y pinturas del siglo XVIII, anunciando una lluvia cuyo sonido más tarde acompañó los acordes de los jóvenes ejecutantes.

El momento más emotivo de la presentación, apareció con el conocido Himno a la Alegría en donde los coros demostraron su amplio registro vocal junto con la participación de la soprano Gabriela Herrera, la mezzosoprano Amelia Sierra, el tenor Jesús Palato y el barítono Genaro Sulvarán.

El Coro Juvenil del Conservatorio de Celaya alcanzó momentos magistrales mostrando su experiencia y el por qué ha sido acreedor a las becas otorgadas al talento artístico por el gobierno estatal.

La introducción lenta, poco a poco se transformó en sonidos casi marciales en un juego sonoro ascendente y descendente que culminó con una música triunfal en medio de aplausos de los asistentes que ocuparon todas las bancas del recinto eclesiástico.

Aquellos que no alcanzaron lugar optaron por escuchar de pie desde alguna de las enormes columnas, mientras al centro y en la parte superior del templo, destacaba un enorme óleo con la imagen de Ignacio de Loyola.

El público confirmó así la anécdota que revela la magia detrás de la novena sinfonía, cuando luego de su estreno en 1824, el compositor alemán Ludwig van Beethoven tuvo que ser volteado hacia la audiencia, para ver la estruendosa ovación que ya no podía oír.