Viena…y sus históricos cafés

Qué sería de Londres sin sus pubs? ¿O de Praga sin sus cervecerías? ¿Y Oviedo sin sidrerías? Muchas ciudades se asocian a un tipo de establecimientos en los que degustar los productos tradicionales y empaparse del auténtico sentir del lugar.

Viena está íntimamente relacionada con sus cafés. Espléndidos puntos de encuentro, en los que se sirve una gran variedad de cafés, tartas y otras especialidades austriacas pero que, sobre todo, hablan de la historia de la ciudad.

Pese a que los primeros cafés se abrieron en la época del Imperio Otomano, fue en la Viena de finales del siglo XIX cuando vivieron su momento de máximo esplendor.

Y el auge de los cafés continuó a principios del XX, cuando los grandes debates literarios y políticos se realizaban frente a una taza humeante y un pedazo de tarta, rodeados de un ambiente íntimo a la vez que señorial. Madera, grandes murales serigrafiados, mesas de mármol, bancos redondeados y tapizados con cálido terciopelo, enormes arañas de cristal, vitrinas y carritos repletos de deliciosos pasteles, café y leche espumosa…

Hoy, como ayer, los los cafés vieneses siguen ofreciendo la posibilidad de leer los periódicos del día y sirven una gran variedad de especialidades: el inspanner es café solo doble con nata montada; si se prefiere con leche condensada, hay que pedir un kleiner brauner; el café con leche es el melange y el cortado es el kapuziner.

Todos se sirven con un vaso de agua y muchas veces se utiliza la fórmula «1-2-3-4», es decir: un melange, dos vasos de agua, tres periódicos y cuatro horas para leerlos. Ésa es la esencia de los cafés vienenses.