El manejo de recursos culturales sumergidos lleva poco más de 25 años en el mundo, pero en México aún se encuentra en proceso de organización desde el enfoque de una estrategia integral, por lo que investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) elaboran una propuesta en la materia.
Para los expertos Laura Carrillo y Nahum Noguera Rico, las prácticas del manejo de recursos culturales (MRC) que incluyen políticas, lineamientos, acciones y actividades relacionadas con este tipo de patrimonio que se halla bajo el agua, requieren cambios de perspectiva dentro de la propia comunidad científica, más allá de la inclusión del concepto de recurso cultural en la legislación nacional.
Coinciden en que si bien se ha hecho una serie de esfuerzos para la conservación de bienes culturales en México, éstos están encaminados a los sitios patrimoniales, caso de las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco, en Baja California Sur; Monte Albán, Oaxaca; Palenque, Chiapas; o el Jardín Etnobotánico y Museo de Medicina Tradicional y Herbolaria, en Morelos.
De ahí que sea de especial interés la integración del componente cultural para el programa de manejo del Área Natural Protegida Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano, Golfo de México, ya que es la primera vez que especialistas de la Dirección de Operación de Sitios y de la Subdirección de Arqueología Subacuática, se involucran en el tratamiento de recursos naturales sumergidos en nuestro país.
Esta propuesta se incluye en el libro Arqueología marítima en México. Estudios interdisciplinarios en torno al patrimonio cultural sumergido, editado recientemente por el INAH y coordinado por Vera Moya Sordo.
Aunque la institución responsable de la integración de dicho programa para el Sistema Arrecifal es la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), los gestores del INAH integraron la primera propuesta de términos de referencia para bienes mixtos (constituidos por elementos naturales y culturales).
Los arqueólogos Laura Carrillo y Nahum Noguera Rico, citan como ejemplo exitoso la organización que a ese respecto poseen agencias federales como Parks Canada y National Park Service, éste último en Estados Unidos. Ambos organismos cuentan con leyes, reglamentos y actas que estipulan políticas, principios, estrategias y acciones concretas.
Parks Canada y National Park Service tienen interacción con las agencias nacionales e internacionales que comparten la responsabilidad del MRC, así como con la sociedad en general. Incluso, para el caso de los recursos culturales sumergidos, trabajan con organizaciones de buceo deportivo.
Ambas instancias clasifican el patrimonio —natural y cultural— en áreas vinculadas con el manejo de recursos sumergidos por sus características e implicaciones de conservación integral. Por ejemplo, Parks Canada desarrolla el sistema de Áreas Nacionales de Conservación Marina, para el uso sustentable, que a su vez contiene zonas que reciben protección especial, desde áreas restringidas a la visita hasta las de servicios públicos.
En los vecinos países del norte, la forma más común de promover y facilitar la visita pública a los sitios de naufragio es a través de la creación de rutas subacuáticas, que ofrecen al turista o buceador deportivo un “paquete de naufragios o de restos culturales sumergidos” que pueden ser conocidos bajo ciertas normas.
El desarrollo de un programa de manejo para contextos arqueológicos sumergidos en aguas de jurisdicción nacional del Golfo de México —apuntan Laura Carrillo, investigadora de la SAS, y Nahum Noguera, director del Centro INAH Veracruz— se justifica por el potencial de conocimiento sobre esta actividad humana, además de su protección y conservación.
“Estas aportaciones obedecen a una serie de condiciones recurrentes en las aguas del Golfo, entre ellas el uso de las mismas rutas marítimas por más de 450 años. El valor de estos recursos se basa en las cualidades que cada evidencia material posee para comunicar el paso del tiempo, el desarrollo tecnológico, etcétera”.
Con base en los resultados hasta ahora obtenidos, y de acuerdo con la temporalidad, integridad y características de los contextos arqueológicos registrados —particularmente sitios inventariados en la Sonda de Campeche, dentro del proyecto Flota de la Nueva España—, se han planteado prioridades de protección e investigación en 13 sitios sumergidos.
Los previstos a corto plazo (de uno a cinco años), son restos de veleros y fragatas de los siglos XVI a principios del XX: Pilar, Bombardeta, 12 Cañones, Don Pancho, Cañón de cañones y Costeau. A mediano plazo, de cinco a 10 años, estarían contemplados los sitios Bloques, Eslabones, Tres anclas y Pizarras, de los siglos XIX y XX.
También de esas centurias y vistos como prioridad, de 10 a 15 años, están Calderas, Juan sin croquis, Sin querer y Barco SCT.
Mientras que para los denominados Encallado, Barco de la Armada, Ortiz Mena, Sainz de Baranda y El abuelo, se sugiere realizar un programa de monitoreo sistemático para registrar los procesos de transformación que han sufrido al estar varados, encallados o hundidos.
El reto, comentan los expertos, “es encontrar los mecanismos adecuados para asegurar la conservación a largo plazo de los recursos culturales sumergidos. Hay que considerar que la lejanía de los sitios de las costas complica más la posibilidad del planteamiento de programas de inspección, vigilancia y monitoreo, así como su investigación.
“En ese sentido, hace faltar conformar grupos de planeación que participen en la elaboración de diagnósticos, la definición de expectativas e intereses, las acciones y establecimiento de corresponsabilidades, como base para la integración de un programa de manejo regional”.
Laura Carrillo y Nahum Noguera concluyeron que con la ejecución de este tipo de propuestas se fortalecería el desarrollo —y vanguardia latinoamericana— de la arqueología subacuática en México, con la consecuente utilización, capacitación e innovación tecnológicas