Cuatro nuevo gases producto de la actividad humana están contribuyendo a la reducción de la capa de ozono, según un nuevo estudo científico -según nota de BBC Mundo-.
Dos de estos gases, además, se están acumulando a un ritmo que preocupa a los investigadores.
La disminución de la capa de ozono llevó a la restricción de la producción de gases clorofluorocarburos (CFC) desde mediados de la década de 1980.
Pero el origen preciso de estas nuevas sustancias similares aún es un misterio, aseguran los científicos.
En la atmósfera, entre 15 y 30 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, la capa de ozono juega un rol fundamental al bloquear los perjudiciales rayos ultravioleta.
Científicos del British Antarctic Survey (BAS) fueron los primeros en descubrir un enorme agujero en la capa de ozono sobre la Antártica en 1985.
La evidencia rápidamente señaló a los gases CFC, que fueron inventados en los años 20 del siglo pasado, y que se usaban de forma extendida para refrigeración y como propulsores de aerosoles en productos como desodorantes y laca de pelo.
Notablemente, hubo un rápido acuerdo global para frenar estos gases y en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal para limitar estas sustancias.
Y la prohibición mundial total de la producción de estas sustancias entró en vigor en 2010.
Pero ahora, investigadores de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido, han descubierto evidencia de cuatro nuevos gases capaces de destrozar el ozono que están llegando a la atmósfera desde fuentes que aún se desconocen.
Tres de esos gases son CFC y uno es un hidroclorofluorocarburo (HFCF), que también puede dañar el ozono.
«Nuestra investigación ha mostrado cuatro gases que no estaban en la atmósfera en absoluto hasta la década de 1960, lo que sugiere que son producto del hombre», dice Johannes Laube, autor del estudio que publica la revista especializada Nature Geoscience.
Descubrimiento sombrío.
Los científicos descubrieron los gases al analizar muestras de nieve polar perpetua. El aire extraído de esta nieve constituye un archivo natural de lo que pasó por la atmósfera en los últimos 100 años.
Los expertos también analizaron muestras de aire moderno, recolectado en el remoto Cabo Grim de Tasmania.
Según sus estimaciones, alrededor de 74.000 toneladas de esos gases han sido lanzados hacia la atmósfera. Y dos de ellos se están acumulando a un paso significativo.
«La identificación de estos cuatro nuevos gases es muy preocupante ya que contribuirán a la destrucción de la capa de ozono», dijo Laube.
«No sabemos desde dónde se emiten los nuevos gases y esto habría que investigarlo. Las posibles fuentes incluyen materiales químicos para producción de insecticidas y solventes para la limpieza de componentes electrónicos».
«Lo que es peor, los tres CFC se están destruyendo muy lentamente en la atmósfera, así que aunque se detuvieran las emisiones inmediatamente, todavía quedarían allí por muchas décadas», añadió el investigador.
Otros científicos han reconocido que aunque las actuales concentraciones de gases son pequeñas y no representan un peligro inmediato, es importante investigar para identificar su origen.
«Este trabajo revela que la disminución del ozono aún no es una historia de ayer», dijo Piers Forster, de la Universidad de Leeds, en Reino Unido.
«Las concentraciones halladas en el estudio son pequeñas. De todas formas, este estudio nos recuerda que debemos ser vigilantes y observar continuamente la atmósfera por el ascenso de incluso pequeñas cantidades de estos gases, ya sea por emisiones no planeadas o accidentales».
«De las cuatro especies identificadas, CFC-113a parece el más preocupante ya que es una emisión muy pequeña pero en aumento desde algún lugar, quizás desde insecticidas para agricultura. Deberíamos encontrarlo y apartarlo de la producción», sostuvo Forster.