Con la imagen de José Emilio Pacheco como fondo y ante un auditorio de más de un centenar de personas, entre ellas numerosos historiadores y escritores que convivieron con él durante más de cuatro décadas en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, se recordó “al gran poeta de dimensión universal, inscrito en las letras nacionales y universales”.
Durante el homenaje Testimonios desde la amistad, que se le rindió en la sede de la DEH, y en el que estuvieron como invitadas especiales su esposa Cristina Pacheco, su hija Laura Emilia y la escritora Elena Poniatowska, la directora general del INAH, Teresa Franco, evocó a Pacheco como una figura central de nuestra literatura, merecedor de innumerables distinciones de las que poco le gustaba hablar.
“La lealtad del Instituto hacia José Emilio y viceversa quedó sellada, porque fue parte de este centro de estudios hasta el último día de su vida. La DEH fue siempre su casa”.
Su aportación al Seminario de Historia de la Cultura Nacional en la DEH, que en los años 70 integraban personajes como Héctor Aguilar Camín, José Joaquín Blanco, Nicole Girón, Antonio Saborit y Carlos Monsiváis, también fue recordada por Teresa Franco, quien señaló que Pacheco llevó la novedad de sus rigurosas investigaciones y ensayos sobre la historia literaria y cultural de nuestro país.
Resaltó particularmente su pasión por la historia y su manera de transmitirla por medio de las herramientas de la literatura; su estilo conversacional y coloquial, claro y antirretórico; su reflexión sobre el papel de la poesía, y el que fuera su gran tema literario: el tiempo.
“En su obra domina la pasión por la metáfora, la concentración en unas cuantas líneas de un relato casi siempre pesaroso, el gusto por los relatos inesperados, el despliegue del poder de síntesis, el juego de analogías como espejos de la devastación, la alabanza jubilosa del paisaje”.
Luego de citar las palabras que Pacheco pronunció el 21 de abril de 2010, al dejar una serie de objetos en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes para que se abra 100 años después: “Lo dejo para que quien abra esto en 100 años sepa quién fui, porque no creo que nadie recuerde mi obra”, Teresa Franco subrayó: “Creo que no sabía lo que estaba diciendo porque es un poeta inolvidable”.
El etnólogo Luis Barjau, titular de la DEH, expresó que con el ingreso el 1 de agosto de 1972 de José Emilio Pacheco, José Joaquín Blanco, Carlos Monsiváis, Nicole Girón, Adolfo Castañón, Emma Yanes, Héctor Aguilar Camín y Antonio Saborit a este centro de investigación, los estudios históricos adjuntaron un paradigma de observación que tendió una nueva mirada sobre el siglo XIX en principio, en la medida en que se vio el conjunto de los acontecimientos históricos de la época a través del cristal de la literatura.
Mencionó que a partir de entonces, se empezó a mirar con ahínco la historia de la sensibilidad mexicana, entendida como la historia que captan en primera instancia los sentidos. “Su interés por editar la obra completa de Ignacio Manuel Altamirano, al final vertida en 24 volúmenes, significó la oportunidad de observar un buen espacio de la ideología del siglo XIX”.
Francisco Pérez Arce expresó que pocos escritores dejan su sello en el lenguaje de una época y en los habitantes de un país, y justamente los poemas de José Emilio tienen esa cualidad.
Entre ellos citó el poema Alta traición, pues en su opinión, no hay mejor manera de describir lo que se siente por la patria. “Ahí está la manera verdadera y cálida en la que podemos amarla. Es un poema clásico en el sentido de que ya está incorporado a nuestra sensibilidad y que sobrevivirá 100 años, por decir un número”.
José Joaquín Blanco se refirió a las preocupaciones y temas que ocupaban a Pacheco dentro del Seminario de Historia de la Cultura Nacional, su interés en estudiar la obra de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, y por hacer una antología de los autores modernistas.
Otros tópicos que abordó fue el personaje de Francisco Javier Clavijero y el tema de la mexicanidad entre un siglo y otro, el de los escritores románticos, entre ellos la figura de Guillermo Prieto, así como la narrativa de la Revolución Mexicana, en particular, el caso de Martín Luis Guzmán. Finalmente, se enfocó en la obra poética de autores como Octavio Paz y Alí Chumacero.
Como parte del homenaje, historiadores y escritores leyeron algunos de los poemas más entrañables de Pacheco y se interpretaron melodías a la manera de las tertulias que también gustaban al poeta.