El calderonismo derrotado por el calderonismo

Idealmente, una campaña política como la que libraron Gustavo Madero y Ernesto Cordero tendría que haber sido el enfrentamiento entre dos visiones del futuro, dos series de propuestas y dos conjuntos de valores.

Muy por el contrario, los dos bandos esgrimieron no propuestas y mucho menos valores, sino que se enfrentaron con un mismo sistema y un mismo arsenal de artimañas diseñadas y elevadas a la estatura de canon político por los operadores de Felipe Calderón, desde su campaña presidencial hasta el fin de su estadía en Los Pinos.

En este sentido, el calderonismo perdió ante su legado. Las formas que impuso al partido terminaron descarrilando su proyecto transexenal. Felipe Calderón —justo quien hablaba de “ganar el gobierno sin perder el partido”— le entregó el gobierno al PRI y, ahora, con las reglas que él mismo impuso, el partido se entregó al gobierno.

Ya sin el control de nóminas, ya sin el manejo de la estructura territorial y el aparato burocrático de Acción Nacional, Madero lo venció con sus propias armas.

Poco importa en la perspectiva histórica de Acción Nacional que los alfiles de Felipe Calderón hayan demostrado por enésima vez su incapacidad para operar políticamente. Eso a nadie sorprendió.

Asimismo, que de poco hayan servido a Cordero los patrocinios de Margarita Zavala y don Luis H. Álvarez es una nimiedad comparado con el hecho contundente de que se trató un duelo entre lo peor del panismo. Porque lo mejor, queda claro, hace mucho que se fue o se encuentra agazapado en espera de mejores tiempos.

No es coincidencia que, como señaló un analista nacional, los maderistas cosecharan un margen tan amplio donde el PAN gobierna: “El aparato funcionó. Los gobernadores también. Madero ganó cómodamente (70-30) en Sonora, Puebla y Baja California. Guillermo Padrés, Rafael Moreno Valle y Kiko Vega le hicieron la tarea al candidato de la reelección.”

Prácticamente a un año de las elecciones intermedias del 2015, el gran mensaje que Madero y Cordero lanzaron conjuntamente a la sociedad mexicana fue que el PAN está lleno de corruptos y mentirosos. No lo dice quien escribe, lo dijeron ellos, en discursos y espots y en una guerra que de tan sucia dejó de parecer una disputa entre compañeros de partido. Para su mala suerte, muy difícilmente los panistas tendrán una oportunidad tan grande como lo fue esta campaña interna para acercarse a la consciencia de los mexicanos. Sobrevendrá otra derrota tan estrepitosa como la de hace un sexenio.

Lo que forzosamente está en el futuro del PAN es “seguir continuando” pero ahora a través de ese camino que tan radicalmente lo ha alejado de la sociedad, en el que hablar de congruencia, libertad de expresión o democracia interna es un anacronismo, esa ruta en la que pesan más las tácticas de política negra que los valores y las propuestas. Eso sí, de algo debe sentirse orgulloso Calderón: lo que hoy es el PAN se lo debe a él.

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