Luego de que especialistas del INAH consolidaran cerca de 200 huesos que se conservan de la osamenta atribuida a la Décima Musa, los restos de la escritora novohispana volverán a reposar en el Ex Templo de San Jerónimo, a partir del próximo viernes en el marco de su 320 aniversario luctuoso.
La ocasión también servirá para rendir un homenaje póstumo a los antropólogos físicos del INAH, Arturo Romano Pacheco y María Teresa Jaén, quienes identificaron la osamenta de la Fénix de América.
Josefina Bautista, antropóloga física del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explicó que la atención de los restos óseos estuvo apoyada por cuatro jóvenes colegas más y por la restauradora perito Luisa María Mainou, adscrita a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural de esta institución.
Durante la conferencia de prensa, organizada por la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ) para dar a conocer el programa conmemorativo por el 320 aniversario luctuoso de Sor Juana, Josefina Bautista recordó la trascendencia de los estudios de antropología física hechos por María Teresa Jaén y Arturo Romano Pacheco, pioneros en la especialidad que fallecieron el pasado 23 de enero y 16 de marzo, respectivamente.
Acerca del análisis llevado a cabo sobre los restos atribuidos a Sor Juana, la investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH destacó que Romano y Jaén hicieron una labor excepcional, además de que dejaron casi listo el catálogo completo de los entierros de monjas descubiertos en los años 70 en el Ex Convento de San Jerónimo, en el centro de la Ciudad de México, hoy sede de la UCSJ.
En 1978, ambos expertos registraron un entierro en el coro bajo de esta antigua iglesia, el número 26. Más tarde, los resultados de los análisis antropofísicos y otros elementos asociados como un medallón y un holgado rosario, como los que se observan en el retrato que hiciera Miguel Cabrera de Sor Juana, permitieron adjudicar el menudo esqueleto con el de la religiosa.
“Ellos, Arturo Romano y Teresa Jaén, además de la excavación de este entierro, se dieron a la tarea de limpiarlo, restaurarlo, analizarlo desde el punto de vista antropofísico y redactar el informe técnico académico que también se vio reflejado en un libro”.
“Sus conocimientos les permitieron, con base en los restos del cráneo del esqueleto atribuido a Sor Juana, hacer una aproximación facial a través de dibujos, que era la técnica en boga. Lograron un acercamiento muy preciso, porque los puntos métricos importantes para la aproximación los pudo conjuntar comparando el retrato de la poeta con el dibujo del cráneo”, explicó.
La reciente intervención de la osamenta que se halla casi completa (salvo algunos huesos faltantes de las manos, de los pies y un par de vértebras) implicó tres semanas, y consistió en una limpieza en seco, un proceso de remineralización y consolidación de las piezas óseas, y la reintegración de algunos fragmentos. Finalmente se propuso colocar el esqueleto sobre una base de acrílico en decúbito dorsal (sobre la espalda) con las extremidades extendidas.
Sobre un ataúd de caoba se colocará a su vez el extenso rosario con que se acompañó el cuerpo de Sor Juana, éste también descansará sobre una lámina de acrílico. Al respecto, la restauradora perito Luisa María Mainou destacó que 30 por ciento de las cuentas de semillas de palma con que fue elaborado tuvieron un grado de afectación por la putrefacción cadavérica.
“A todas las cuentas se les hizo un lavado y un proceso de consolidación, y aquellas a las que les faltaba una porción se les repuso el faltante y se aplicó reintegración para tener una lectura más homogénea”.
Detalló que 126 cuentas del rosario son originales y 54 se tuvieron que reproducir con base en cuatro moldes sacados de las piezas originales. En total, 280 cuentas que lograban una extensión de 2.80 metros y un peso de 276.50 gramos. Trece cuentas formaban una cruz, las 16 que son más grandes corresponden a los misterios y 150 al rezo de las aves marías.
“La cruz se armó de la forma original con que fue confeccionada. A través de análisis de microscopía electrónica de barrido y de MS (espectrometría de masas), se determinó que la cruz estaba armada con un hilo de plata y que las cuentas tenían capuchones también de plata. Todo el rosario se engarzó con hilo de seda”, explicó Luisa Mainou.
De esta manera, los restos mortales atribuidos a Sor Juana, una mujer que de acuerdo con los estudios fue de complexión menuda, una criolla de rasgos finos, de no más de 1.58 centímetros y que debió de morir entre los 38 y 48 años, reposarán tal y como la monja jerónima dispuso en su testamento.
“Primeramente, ofrezco mi ánima, cuerpo y vida a Dios Nuestro Señor, que la creyó y redimió con su preciosa sangre; y cuando su Divina Majestad fuere servido de llevarme, quiero ser sepultada en la parte y lugar que se acostumbra sepultar a las religiosas profesas, que lo han sido de este dicho convento”.