Una variedad de petrograbados plasmados aproximadamente entre 800 a C. y 750 d.C. en la Costa Grande de Guerrero han sido analizados y clasificados por un especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lo que permitirá conocer la forma de vida de los pueblos que las legaron.
Son 93 paneles de roca que fueron localizados en 45 sitios entre Acapulco y Zihuatanejo; en ellos, lo mismo se aprecia fauna terrestre y marina, que deidades, chamanes, seres humanos, cuerpos celestes y figuras antropomorfas.
Adscrito a la dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, el antropólogo Rubén Manzanilla estudió el corpus, en el cual descubrió que existían algunas constantes en los sitios registrados, por lo que llevó a cabo una categorización detallada.
La primera clasificación del investigador se relacionaba con la figura humana, en la que se incluyeron los cuerpos completos y los rostros. La segunda se dedicó a la fauna terrestre, la cual englobó a felinos, serpientes, monos araña y aves. En tanto, en los animales marinos se registró a ballenas jorobadas, atunes y peces mero.
La localización de representaciones de animales marinos habla de que los pobladores de la región se dedicaban a la agricultura y a la pesca, apuntó.
Otra categorización comprendió las manifestaciones celestes, como el Sol, Venus (conocida como la estrella de la mañana) y un cometa. En el apartado de deidades, se registró a Mictlantecuhtli y Tláloc, junto con el Tonalli (rueda de los días).
Esta clasificación permitió establecer indicadores de un estilo de representación gráfica que utilizaron para plasmarse a sí mismos y mostró el modo de vida y organización social de los grupos que los crearon, e incluso las relaciones que tuvieron con otros sitios mesoamericanos.
Una constante en los sitios registrados fue que la mayoría de los petrograbados se vinculan con la petición de lluvia, los remolinos del agua y las tormentas. También hay representaciones de chamanes, lo que demuestra cierta diferenciación social, añadió.
La intromisión de motivos extranjeros, como el glifo del Tonalli y la cara de Mictlantecuhtli, da cuenta de que la Costa Grande se convirtió en la provincia tributaria de Cihuatlan durante la expansión mexica en el periodo Posclásico (1490-1521 d.C.).
El especialista dijo que el arte rupestre es muy difícil de fechar, generalmente se asocia a la cerámica de los propios sitios; se puede inferir que existió una secuencia de ocupación en la Costa Grande que comenzó en el Preclásico Inferior (3000 a.C.), cuando existían los primeros grupos de cazadores recolectores en sitios como Puerto Marqués, y que los petrograbados en esa región pudieron empezar a plasmarse para el Preclásico Medio (800 a.C.-400 a.C.).
“Una característica de la gráfica rupestre de la Costa Grande es que son grabados que pertenecen a grupos agricultores, no de apropiadores ni cazadores; esa forma de hacer arte rupestre continúa en el Clásico (200 d.C.-650 d.C.) y en el Epiclásico (700 d.C.-900 d.C.). Después viene la entrada de los mexicas con elementos del periodo Posclásico (1490-1521 d.C.), pero ya sobrepuesto a los estilos locales; es un rango muy amplio de tiempo”, puntualizó Manzanilla.
El arqueólogo dijo que los memoriales de fray Bernardino de Sahagún aluden a tlacuilos que en su momento dibujaron un cometa y el planeta Venus, y comparándolos con motivos rupestres de la Costa Grande hay cierta semejanza, por ello se dice que hay una base para afirmar que los antiguos pobladores observaban el cielo y lo plasmaban.
Otro motivo abstracto común en las manifestaciones rupestres de la costa pacífica de México son las “cruces dobles” (una dentro de la otra); morfológicamente son similares al glifo relacionado con representaciones simbólicas de Venus en diversos códices mayas, como los de Dresde, Madrid, París y el Borgia, así como en el edificio de Chichén Itzá, conocido precisamente como “La plataforma de Venus”, precisó el especialista.
Rubén Manzanilla publicó en 2006 el libro Las manifestaciones gráfico rupestres en los sitios arqueológicos de Acapulco y recientemente dio a conocer el artículo “Los petrograbados en Zihuatanejo”, que hace referencia a este corpus analizado.