Desde Vancouver hasta Calgary cruzando puertos de montaña, siguiendo largos ríos por gargantas estrechas y bordeando grandes lagos, una ruta de cerca de 1.200 kilómetros permite adentrarse en las Montañas Rocosas de Canadá y descubrir sus parques más asombrosos.
La cosmopolita Vancouver, ciudad de rascacielos al borde del Pacífico, es la entrada occidental a una región aún dominada por la naturaleza y en la que incluso existen zonas no cartografiadas. La carretera Transcanadiense se interna en el continente siguiendo de cerca primero el curso del río Fraser, entre campos cultivados y meandros que se ensanchan a medida que forman el delta de Vancouver, y circulando después junto al río Thompson, que desciende de las montañas embravecido por grandes cañones de piedra.
El pequeño pueblo de Clearwater, a poco más de cuatro horas de Vancouver, es la primera parada destacada de la ruta por su proximidad al Parque Provincial Wells Gray, una extensión de más de 5.000 kilómetros cuadrados de bosques y decenas de lagos en las montañas Caribú.
El centro de visitantes dispone de folletos y mapas para explorar hasta el último rincón a través de senderos señalizados que pueden durar desde solo unas horas hasta varios días. Uno de los itinerarios más espectaculares conduce a las cascadas Helmcken, un salto de 141 metros de altura en el que el río Murtle se precipita en una larga cola de caballo, enmarcada en un circo de piedra con forma de herradura.
Una plataforma junto al borde de la pared permite observar el espectáculo. Por lo recóndito de su emplazamiento, las Helm-cken no fueron descubiertas hasta 1913; su protección fue, en parte, una de las razones para la creación del parque en 1939.
Las primeras horas de la mañana y las últimas del día son las mejores para observar la fauna de las Rocosas. Alces, uapitis, caribús y osos negros –también grizzlies– se aproximan a veces a las carreteras secundarias, así que hay que estar siempre atentos para detenerse y fotografiarlos sin bajar del vehículo.