Quizá J.J. Abrams no eleva el lenguaje de «Star Wars» pero sabe hablar muy bien con él. «Star Wars: El despertar de la fuerza» («Star Wars: The Force Awakens») no es más, ni menos, que la primera película que hizo que nos enamoráramos de la saga. De hecho es prácticamente los mismo, pero ¿que no era eso lo que buscábamos?
Es difícil hablar racionalmente sobre «Star Wars». Se trata de un producto bastante absurdo con un lugar genuino e innegable en nuestra cultura. Ya sea por nostalgia, subdesarrollo colectivo o un misterio indescifrable, pero para muchos la magia de «Star Wars» es inseparable de la magia del cine y, bueno, eso no es poca cosa.
Las películas hacen que nos perdamos en el espectáculo, nos hacen olvidar nuestros mejores instintos, nos hacen amar la publicidad y el arte por igual y nos convierten una vez más en niños.
Tomando esto en cuenta «El despertar de la fuerza», la película de esta inverosímil e inevitable serie, cumple con las expectativas.
Es una película hecha por alguien que ama «Star Wars» profundamente. Alguien que puede ver claramente, incluso más que su creador, lo que hizo que la historia fuera tan especial para tantas personas. Abrams tomó todo lo que adoramos de la primera película y lo mezcló con cuidado para lograr un homenaje muy entretenido.
Desde la tipografía de la primera escena al final que abre paso para una nueva cinta, logra tocar cada punto destacado de su predecesora de 38 años.
Abrams le pasó la estafeta a su nuevo elenco al hacerlos amalgamas de los originales (el público lo entenderá cuando lo vea).
Hay un droide afiliado a la resistencia atrapado en un planeta desierto con un mensaje secreto (BB-8). Hay una desconocida con un mal trabajo y una obsesión Jedi (Daisy Ridley en el papel de Rey), que tiene un encuentro que cambia su vida al conocer a ese droide. Hay un chico que duda de su lealtad (John Boyega en el papel de Finn). Hay un piloto arrogante (Oscar en el papel de Poe Dameron). Y también hay un villano enmascarado (Adam Driver como Kylo Ren).
La trama es difícil de manejar y llena de excusas argumentales, como uno se podría imaginar. Casi no tiene sentido entrar en detalles más allá del hecho de que la galaxia está hecha un caos y hay un ejército malvado creciendo (como crece la resistencia) así como una serie de coincidencias que hacen que Rey pueda devolver a BB-8 a sus dueños legítimos.
En esta ocasión todo se debe a Luke Skywalker (Mark Hamill), quien está desaparecido. Esas son las primeras palabras que aparecen la pantalla y lo único que diremos sobre este gran misterio.
La acción es casi incesante al igual que el humor que arranca cuando Han Solo (Harrison Ford) finalmente aparece. Ford se mueve deliciosamente como pez en el agua, energético, divertido, atrevido y totalmente Han. Interactúa con Chewie y todos los demás con la misma fluidez que mostró hace casi 40 años.
Si tan solo le hubiesen dado el mismo espacio a Carrie Fisher, quien desgraciada e injustificadamente está subutilizada como Leia.
En cuanto a los nuevos personajes la Rey de Ridley es un sueño. Luchona, capaz, magnética y encantadoramente llena de asombro. Es el nuevo eje de la historia, es nuestro nuevo Luke y es mucho más chévere que lo que fue él.
El Kylo Ren de Driver también es una presencia muy poderosa y su maldad logra colarse por la máscara. Boyega es atractivo como Finn, aunque su papel no hace mucho sentido (¿Cómo se puede desarrollar la empatía, la culpa y la personalidad en un hombre que ha sido entrenado desde el nacimiento para ser un Soldado Imperial?). Pero eso es tomarse las cosas demasiado en serio.
Otros son menos memorables, incluyendo a Capitán Phasma de Gwendoline Christie, y al líder supremo Snoke de Andy Serkis. Y aunque Abrams captura la diversión visual de las cintas originales, ocasionalmente cae en la modalidad de estreno masivo genérico. Pero esos momentos pasan y todo lo que se necesita es la música perfecta de John Williams para regresar al ambiente confortable de esa galaxia muy, muy lejana.
Amar «Star Wars» sin reserva no es fácil de justificar, ni tampoco lo es la diversión de «El despertar de la fuerza». Ambas están intrínsecamente relacionadas, amar la original es amar a la nueva película. Por sí misma «El despertar de la fuerza» no es mucho, ni convertirá a nuevos fans. Pero para el resto de nosotros, incluso a los que sólo les gusta un poco la saga, cumple con el cometido muy bien. Por eso le damos tres estrellas de cuatro.