La isla de Shikoku es una de las cuatro islas principales de Japón. La menos extensa y poblada, aunque para el turismo no ha pasado desapercibida. La mayoría de los viajeros que llegan hasta ella lo hacen para incorporarse a la ruta de los 88 templos, conocida también como Shikoku Henro, un recorrido de 1.200 kilómetros con connotaciones religiosas que atrae cada año a cientos de miles de turistas que se atreven a recorrerla a pie.
Sus orígenes se remontan a hace más de 1.200 años, cuando el monje budista K?kai (conocido como K?b?-Daishi tras su muerte) decidió recorrer caminando los templos de Shikoku parándose en cada uno de ellos para meditar. Fue el primero en realizar la ruta, aunque a él también se le atribuye la fundación de los templos y de haber creado la primera secta japonesa de Shingon, cuya sede se encuentra en el monte Koya, cerca de Osaka.
Hoy, viajeros y peregrinos intentan seguir sus pasos. Algunos lo hacen sentados cómodamente en autobús parando para visitar los templos principales; otros, en cambio, lo hacen a pie. En este último caso, el tiempo estimado para completarla es de unos 45 días. A los más religiosos se les distingue rápido, pues el Shikoku Henro cuenta con su propia vestimenta.
Los que deciden respetarla llevan un tradicional traje blanco, un pañuelo en el cuello, un sugegasa (el tradicional sombrero en pico de bambú) y un bastón de peregrino. Al igual que ocurre en otras rutas religiosas como en el Camino de Santiago, los participantes también van sellando sus etapas. A muchos de ellos se les puede ver con un libro, el n?ky?ch? o shuincho, donde van acumulando las estampas de cada templo.
La ruta comienza y termina en Ry?zenji, cerca de Tokushima, el primer templo que se visita. Solo así la tarjeta de sellos estará completa. En total se recorren unas 40 localidades y el orden de los monumentos se hace en el sentido de las agujas del reloj. La parte más complicada, donde muchos de los peregrinos tiran la toalla, es la zona de Kochi. Esta zona se conoce tradicionalmente como la “tierra del diablo” por las altas temperaturas, las fuertes lluvias y la ausencia de alojamientos, lo que obliga a muchos peregrinos a dormir en el suelo.