50 años después de su independencia de Gran Bretaña y de su anexión a Malasia, Singapur puede mirar hacia atrás orgullosa. El duro trabajo, la gestión de su gobierno y sus esfuerzos le han llevado de ser un pequeño país colonizado y sin identidad, a ser un referente económico mundial. Hoy, su evolución se estudia en las más prestigiosas universidades financieras.
La historia de Singapur estuvo muy marcada por la ocupación. Su edad moderna se inició en 1819, después de la llegada del marine inglés Thomas Stamford Raffles. Él fue el encargado de construir un gran puerto británico en la isla, convirtiendo la ciudad en un punto estratégico para Reino Unido en el Sudeste Asiático. Bastará con acercarse hasta la artificial isla de Sentosa para observar cómo los grandes buques mercantes van y vienen, dejando el agua de sus playas menos claras de lo que podríamos imaginar.
Durante la Segunda Guerra Mundial pasó a manos de los japoneses, hasta que los británicos volvieron a hacerse con el control del país dejando a Singapur la libertad de crear un autogobierno. En aquella época, esta isla estaba federada con Malasia hasta que, las disputas raciales entre chinos y malayos, hicieron que fuera expulsada de la federación.
Su líder, Lee Kuan Yew, y su partido político, el Partido de Acción del Pueblo (PAP) se enfrentaron al reto de sacar a flote a un país pobre y sin grandes recursos. En esa época el gobierno fue fuertemente criticado por Occidente por anteponer el desarrollo económico por encima de los derechos y libertades de sus ciudadanos. Sin embargo, el resultado es lo que hoy en día valoran positivamente los singapurenses tras la muerte de Lee Kuan Yew el pasado año. Singapur puede presumir de ser una de las principales potencias del mundo.
Sólo hace falta dar un paseo por su barrio financiero, lleno de rascacielos. O acercarse hasta Marina Bay Sands, el lujoso hotel con la infinity edge pool más famosa, la noria más alta del mundo (en los días claros se ve parte de Malasia) o al parque de Merlion, donde se encuentra el pez león símbolo de la ciudad (singha en sánscrito significa león, mientras que el pez hace referencia a su pasado pesquero).
Singapur también es uno de los países más impolutos y ordenados de Asia. Hasta hace poco el chicle estaba prohibido, así como fumar en la vía pública fuera de las zonas habilitadas para ello. Cruzar la calle por fuera del paso de cebra lleva sanción, igual que comer en el metro o incluso intentar meter un durian en algún local cerrado. Esta fruta del país, que se caracteriza por su fuerte olor a heces, está prohibida en muchos de los hoteles. Con tantas exigencias, multas y órdenes, no es de extrañar que esta sea una ciudad modelo. Los diferentes barrios que la componen: indio, árabe o chino, demuestran que hoy en día no sólo ya no hay tensión racial, sino que esta pequeña ciudad asiática ha resurgido gracias a la mezcla de culturas y del trabajo