Hace más de tres décadas que los clérigos de la tradición Wahabbi, en Arabia Saudita, le ganaron la partida a las salas de cine, porque las considera instituciones incompatibles con el islamismo. Durante ese tiempo solo en algunos lugares privados se podían encontrar representaciones teatrales, musicales y otras manifestaciones artísticas, pero no películas.
Tuvieron que pasar varias generaciones refugiadas en la clandestinidad de videoclubs o en sus hogares en las películas de YouTube. No fue sino hasta el año 2013, que en medio de ese escenario de hostilidad en contra de toda manifestación cinematográfica se realizó la primera película hecha en Arabia Saudita, Wadja: La bicicleta verde, realizada contra toda adversidad por una mujer llamada Haifaa al-Mansour en una película que le dio la vuelta al mundo.
A tres años de distancia se estrenó en la más reciente edición de la Berlinale, el segundo filme realizado en este país, Barakah Meets Barakah, una comedia que precisamente desafía a las tradiciones religiosas del país en una comedia que a través de una historia de amor presenta muchas de las dificultades por las que atraviesa una pareja debido a todas la gran cantidad de normas impuestas por la religión:
“Cuando escribí el guion primero quise que fuera algo honesto, algo novedoso que retratara los estereotipos y los atacara porque están entre nosotros, con nosotros o en contra de nosotros”, dijo Mahmoud Sabbagh, director de este filme en entrevista exclusiva con Crónica, realizada en el marco de la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, en donde el filme formó parte del ciclo Berlinale Spotlight.
“La película habla de algo auténtico y contemporáneo que viven los jóvenes en Arabia Saudita, a veces hay muchas personas que son las menos privilegiadas en aspectos sociales, políticos y económicos; aunque efectivamente es una ficción para darle algo de sabor”, expresó el realizador sobre el filme con el que ganó el Premio Forum en la Berlinale.
El filme de Barakah Meets Barakah presenta la historia de un hombre proveniente de una familia humilde- Él es trabajador del municipio de la ciudad de Yeda, en Arabia Saudita, y un actor amateur; ella, una belleza espectacular, hija de una pareja adinerada. Ambos se llaman Barakah. El destino los ha reunido en un ambiente hostil para su romance, pero ellos están dispuestos a desafiar la tradición, las reglas de etiqueta y su sociedad entera. Una película que en apariencia no es trascendente en el mundo, que sin embargo, difícilmente podrá ser vista en su país debido al poder religioso.
“Quería hacer una película sobre los espacios público en Arabia Saudita y como han ido cambiando durante los últimos años. Desafortunadamente no son espacios muy diversos en mi país y no vemos a muchas mujeres ni de otras minorías, es un tema del que nadie quiere hablar y entonces decidí tomar la idea del cine clásico y de la comedia clásica de un chico que conoce una chica con la intensión de recuperar el tema de los espacios públicos”, expresó el cineasta en la entrevista.
El realizador cuenta con 33 años y pertenece a una nueva generación de artistas en Arabia Saudita, que desafía a las tradiciones no por el hecho de que sea una mala ideología sino por la cantidad de censura y prejuicio que hay hacia muchas cuestiones culturales, “nosotros nos autocensuramos. Nosotros no tenemos una industria cinematográfica que regule los guiones que hacemos. En el país no existe la cultura de la filmación, así que grabábamos a veces a las seis de la mañana para no llamar la atención. El 98 por ciento del rodaje de la película se tuvo que hacer sin ningún permiso porque no se nos es posible filmar, pero hay una comunidad interesada en que eso cambie”, dijo.
Arabia Saudita es uno de los países islámicos más intolerantes debido a que se ha desarrollado en la ideología yihadista y no fue hasta la llegada de La bicicleta verde, cuando en el país se abrió una brecha para hablar de abrir un cine en el país después de que los últimos que tuvieron cerraron sus puertas en la década de 1980 por decreto gubernamental. Sin embargo ese intento de abrir un cine en el país se vino abajo debido a que ellos mismos no permitirían que en las pantallas se viera el rostro de la mujer porque eso no ayuda a impulsar la “buena ciudadanía”, según el gobierno. Esa situación impidió que el país perdiera la oportunidad de ver su primera producción nacional en su historia.
El sector más conservador del país no permitió que en las pantallas se viera una película hecha por una mujer y que tenga como protagonista a una niña. La película se basa en la vida de una sobrina de la directora. Wadjda tiene diez años y vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas como ir en bicicleta le están totalmente prohibidas. A pesar de todo, es una niña divertida y emprendedora que bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo prohibido. Wadjda desea tener una bicicleta para poder competir con su amigo Abdullah en una carrera, pero su madre no se lo permite porque las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica. Esa sencilla historia era un peligro para el país.
Ese filme, lanzado en el 2013 también fue la primera representación de su país para la competencia a la Mejor Película de Habla no Inglesa en los Premios Oscar, ahora Barakah Meets Barakah, se convierte en la segunda representante que más allá de la competencia representa algo más: “En mi país no tenemos una industria cinematográfica, no tenemos institutos que representen al cine como tal. Mi película es la segunda representación en la historia de Arabia Saudita en los Oscar y eso para mí es un gran honor, porque es el paso a un cambio y creo que eso hará diferencia en una generación emergente en el cine de mi país”, explicó el realizador en la entrevista.
“Por supuesto me emociona participar junto a grandes realizadores como Almodóvar y además porque mi película es pequeña e independiente, entonces me emociona mucho por el simple hecho de estar mencionados… También un crítico de The Guardian me catalogó como el Almodóvar de Arabia Saudita, por esta película”, concluyó.
inf./Tiempodigital/Crónica