Un tercio de los nacimientos que se produzcan en el mundo en los próximos 12 años lo harán en alguno de los 30 países donde se sigue practicando la mutilación genital femenina. Si no se logran avances para proteger a las niñas, 68 millones pueden ser sometidas a un acto violento que provoca infecciones, enfermedades, complicaciones durante el parto e incluso la muerte.
“Es inaceptable que estas niñas deban sumarse a los 200 millones de mujeres y niñas” que ya han sido sometidas a la mutilación; que ya llevan las cicatrices, o padecen complicaciones de salud, o tienen que revivir amargos recuerdos de dolor y traición», según un comunicado conjunto de UNICEF y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). “Nadie –ni las niñas, ni sus familias o comunidades– se beneficia económica o socialmente en aquellas sociedades desiguales en las que ese tipo de violencia contra las niñas es aceptado”.
En un mensaje con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, este 6 de febrero, el Secretario General asegura que esta práctica “constituye una violación manifiesta de los derechos humanos de las mujeres y las niñas” y llama a una acción “concertada y urgente” para evitar nuevos casos.
La enviada para la juventud de la ONU, Jayathma Wickramanayake, considera que en el siglo XXI “no es aceptable que esto se haga en nombre de la tradición, cultura, religión o de asegurar que la mujer tiene un papel servil con el hombre con el que se casará.
Para las agencias de la ONU es una carrera “contra las tendencias” de población. Aunque en los últimos años se han logrado avances, los países que permiten esta práctica tienen un alto crecimiento demográfico.
Desde el año 2008, más de 25 millones de personas en alrededor de 18.000 comunidades en 15 países han expresado su rechazo a esta práctica. A nivel global, su prevalencia se ha reducido casi en una cuarta parte desde el año 2000.
Las niñas que no son mutiladas tienden a crecer más saludables y a tener hijos más sanos. A menudo tienen un mayor nivel educativo, generan ingresos más altos y tienen más poder para tomar decisiones relacionadas con sus vidas.
Sin embargo, el crecimiento de la población en algunos de los países más pobres en los que persiste la ablación amenaza con socavar el progreso alcanzado hasta ahora.
Medidas contra la ablación
UNICEF y UNFPA saben que es posible cambiar esta situación enfrentando la problemática de manera integral.
– Confrontar las normas sociales comunidad a comunidad
– Lograr que los médicos se nieguen a mutilar a las niñas
– Aprobar leyes para convertirla en delito y las leyes se aplican
– Conseguir mayor acceso a la salud, educación y servicios legales
– Proteger a las niñas y escuchar su voz
“Si logramos aumentar la inversión y obtenemos un compromiso político redoblado, lo mismo que una mayor participación comunitaria y mujeres y niñas más empoderadas, se trata de una carrera que podemos ganar. Y como eso es posible, es precisamente lo que hay que hacer”, señalan.
Mutilación femenina en Colombia
Solani Zapata escuchó hablar de la mutilación cuando dio a luz a su hija. Su suegra insistió en que tenía que cortar el clítoris de la recién nacida. Se negó.
Ella y su familia son parte de los Embera, uno de los pueblos indígenas con mayor presencia en Colombia, con una población de alrededor de 250.000 personas, que habitan en 16 departamentos de las zonas centro y occidente del país. Las comunidades más aisladas tienen pocos conocimientos sobre salud sexual y reproductiva o sobre derechos humanos.
La mutilación se practica casi en secreto. Conocida como “curación”, pretende evitar que los genitales de las niñas se conviertan en los de un niño y también se cree que evita la infidelidad. “Por eso solían cortarlas”, dijo Irene Guasiruma Rioverde en una entrevista con UNFPA. “Porque si las cortan, no tendrán ningún placer sexual”.
No hay datos fiables, pero se estima que 2 de cada 3 mujeres Embera han sido mutiladas.
En 2007, dos niñas murieron por infecciones relacionadas con la mutilación en el municipio de Pueblo Rico, llamando la atención sobre este asunto. De ser un tema invisible, privado y secreto, la lucha contra la mutilación genital femenina ha ganado en Colombia el respaldo de la máxima autoridad indígena nacional – la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) – y de las entidades del Estado que han ubicado su erradicación como meta del Plan Nacional de Desarrollo 2014 – 2018.
UNFPA lanzó el programa Embera Wera (Mujer Embera) junto con el gobierno. Zapata y otras mujeres comenzaron a viajar por las comunidades Embera para dialogar sobre las consecuencias y el daño que esta práctica produce sobre la salud y la vida de las niñas y mujeres indígenas. “Al principio fue muy difícil”, dice Zapata. “Nadie quería hablar del tema”. Pero poco a poco, la gente comenzó a abrirse.
En 2017, 18 municipios del Valle del Cauca se comprometieron a erradicar la ablación o mutilación genital de sus mujeres. Los Embera han concluido que la mutilación genital femenina no es propia de la cultura de su pueblo, sino una práctica aprendida que ha pasado de generación en generación bajo creencias erróneas sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
“Ya no lo hacemos más aquí”, dice Amanda Guasiruma Gaisama, del Valle del Cauca. “Los adultos saben que, si se hace aquí y algo le pasa a la niña, hay consecuencias. Sabemos que no es normal e incluso no es parte de la tradición”.