Cuando Elsa Ramos escuchó que este año era la elegida para ser el Cisne Negro de El lago de los cisnes, comenzó a sentir una presión sobre sus hombros, su estómago se retorcía y el corazón le latía fuertemente. Inició entonces un viaje hacia su lado oscuro y su sensualidad, pero sobre todo hacia la perfección.
“Jamás sentí que me salían plumas en la espalda, pero desde que supe que por primera vez bailaría el Cisne Negro todo ha sido muy emocionante, además se trata de una responsabilidad muy grande, conmigo misma y con la compañía”, dice Elsa mientras maquilla sus ojos y ensaya una mirada erotizada.
El lago de los cisnes, estrenada en Moscú en 1877, es uno de los ballets más hermosos, la coreografía original es de Lev Ivanov y Marius Petipa, y la música de Piotr I. Chaikovsky.
En México se ofrece desde hace 34 años a cargo de la Compañía Nacional de Danza y se ha consolidado como un espectáculo único, pues se representa en un escenario natural, la Isleta del Lago del Viejo Bosque de Chapultepec.
Mientras Elisa se transforma en Odile, la doncella convertida en cisne que seduce al príncipe Sigfrido para arrebatarle el amor a Odette, el Cisne Blanco; narra sus incansables ensayos.
“El esfuerzo físico es impresionante, el papel requiere que uno explore en el interior, que busques emociones que no sabes que posees. Cuando me paré en el escenario, bailé y escuché los aplausos, sentí que todo lo que me cansé, lo que me dolió y sufrí, valió la pena”.
Elisa por un momento deja de lado la vida de esa joven que comenzó a bailar desde los 10 años y que ha soñado,a demás, con ser Julieta para enamorarse de Romeo, o la princesa cuyo hechizo la duerme, pero es rescatada por un príncipe. Ahora se transforma en Odile.
La doncella gira sobre la punta de sus pies, se detiene un instante, sonríe seductora y vuelve a girar, eleva sus brazos e inicia el vuelo. Su cuerpo se detiene y Elisa toma de nuevo el control.
“Este año desde la primera función tuvimos mucho público, está siendo una gran temporada. Creo que se debe a la película Black Swan, a mí me gustó mucho, me sentí identificada”, dice.
Parte importante de la representación de esta obra es el vestuario, al respecto, Miguel Garaventa, responsable del área, dice: “Los trajes que usan los bailarines tienen el mismo diseño que el original, así que comulgan muy bien con el majestuoso escenario natural. Para mí es importante que todos luzcan muy bien, pero sobre todo que los cisnes se sientan hermosos”.
Algunos de los bailarines que participan en Rusalka entran y salen del salón en donde se encuentran sus grandiosos trajes, lugar en donde también reparan sus zapatillas, las cuales a veces pueden llegar a romperse.
La XXXV temporada de este clásico de la danza se presenta este fin de semana y del 16 al 27 de marzo, de miércoles a domingo, a las 20:00 horas.
Agencia El Universal