México está en vías de consolidar una tendencia positiva en la masificación de uso de tecnologías amigables al medio ambiente desde las casas; sin embargo arrastra consigo el problema recurrente de la baja calidad con la que se construyen millares de esos hogares.
La industria de la vivienda de México es uno de los sectores económicos más proactivos del continente. Diversos esfuerzo se ejecutan en la búsqueda de hacer un uso más racional de recursos como la electricidad, el gas y el agua; más que incluso que CFE y Pemex.
Diversos organismos internacionales, tanto pertenecientes a gobiernos como a la iniciativa privada le reconocen su liderazgo en el tema, así como en los esfuerzos de aprovechar la energía solar.
Reportes del Banco Interamericano de Desarrollo, de la Asociación Europea de la Industria Fotovoltáica (EPIA, por sus siglas en inglés), de la Cooperación Técnica Alemana (GTZ, por sus siglas en alemán), Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ) y el gobierno de Canadá, entre muchos otros, no sólo avalan los esfuerzos en México, sino que hasta la apoyan con fondos para subsidian la compra de diversos ecotecnológías como los calentadores solares de agua.
Sin embargo, las autoridades de esta industria todavía enfrentan el eterno lastre de la baja calidad en la construcción y materiales de estas viviendas, según se desprende de un informe de BBVA Bancomer sobre la situación Inmobiliaria de México.
“Es meritorio de la política de vivienda el incorporar elementos de cuidado ambiental en los programas que lleva a cabo, en este caso, el de subsidios a la vivienda. Sin embargo, es igualmente importante cuidar que las viviendas mantengan estándares de calidad en los acabados”, señala el reporte.
En los últimos dos años, el Infonavit logró el financiamiento de más de 250 mil viviendas fueran compradas por sus derechohabientes con un pequeño sobrecrédito de entre 15 mil y 36 mil pesos que les permitió incluirles ecotecnologías.
Estas les permiten a los acreditados ahorros que van de los 2 mil 800 a los 4 mil 500 pesos anuales en los recibos correspondientes; se espera que debido a la menor demanda de recursos energéticos (como el gas y electricidad) haya un beneficio ambiental porque también se obtendría una menor emisión de Dióxido de Carbono (CO2) a la atmósfera.
Las casas, después de la generación de electricidad y el transporte, son la tercer fuente de emisiones de CO2 en el mundo. En el caso de las más de 22 millones de casas en suelo mexicano no es la excepción.
Un acierto de la política de vivienda en México fue la decisión de apoyar financieramente, vía un sobrecrédito como el de la Hipoteca Verde de Infonavit, así como con subsidios etiquetados sólo a la compra de casas de menor valor como es la Vivienda Económica (que oscila los 200 a los 220 mil pesos) para que se masifique, y no sea un privilegio, el uso de ecotecnologías.
Pero, según el reporte de BBVA Bancomer, se puede apreciar que la vivienda sujeta a subsidios es la que más atributos perdió entre 2007 y 2010.
“Tiene menos espacio, una mayor proporción se vende sin cocina y el precio por metro cuadrado creció más que en el resto de los segmentos”, detalla.
Los analistas rematan con una observación contundente: “para la vivienda que no está sujeta a subsidios, los atributos como espacios, acabados y materiales, se mantuvieron prácticamente constantes y en algunos casos se aprecia reducción en los precios”.
Pero, ¿qué tan sustentable es una política de vivienda que busca eficiencia en el uso de recursos naturales, y que está a punto de hallar un mecanismo financiero que lo haga posible a millones de personas, si las casas no pueden mantenerse en buen estado más allá de la propia vida útil de los dispositivos ecotecnológicos que incluyen?
Agencia El Universal