A VIENE EL DÍA DE MUERTOS

¡QUE CONSTE,… SON REFLEXIONES!

POR SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.

“EL DÍA DE MUERTOS COINCIDE CON EL PASO DE LAS MARIPOSAS MONARCA POR MÉXICO. DE ACUERDO A LAS LEYENDAS, ÉSTAS CARGAN LOS ESPÍRITUS DE LOS DIFUNTOS SOBRE SUS ALAS, AYUDÁNDOLAS A VISITAR EL MUNDO DE LOS VIVOS”

HACE MUCHOS AÑOS, allá en Zacualtipán, Hidalgo, en el pueblo de mi madre Clementina, estando en la casa del Tío Jorge, este, de pocas palabras y muchos pensamientos, me decía, señalando las ruinas de la primera casa donde ahora se encontraba el gallinero: pues allá estaba el fogón y debajo de este se ponían, bajo tierra, los ombligos de los recién nacidos, acá están los de ustedes. Claro, así entendí que en verdad con esos actos mágicos y de espíritus, las gentes se mantenían unidas en sus terruños, independientemente de que salieran y no volvieran, el ombligo de la vida los tenía en la región.

Es curioso que pocos actos se realicen por el nacimiento en nuestros pueblos, se deja, en algunos, a las parturientas, los cuarenta días en cama comiendo caldos de gallina y frutos para la leche, después, se les enreda la cintura para evitar que el vientre se seque o se caiga y, al final, se les da el famoso baño de temazcal con todos los cantos y los ritos, los rezos, y la madre sale a caminar con la madre tierra, a cumplir con sus actos del día a día, así, hasta que los años la van arrugando y los sueños se quedan y no se van, se vuelven historias y llantos y rezos y suspiros cerca de la flama del comal, en cambio, las “fiestas de muertos”, en todo el mundo mágico de los indígenas, es el más importante, ahí, se “tira, materialmente, la casa por la ventana”, se van acumulando las cosas para los platillos, las flores de cempasúchil, los dientes de león, las frutas y las bebidas que a cada ido le gustaba en la vida, todos creen que, un día, llegan los difuntitos chiquitos, y al otro, los grandes, ahí se les habla por medio de los mayores y se les reclama o se les explica las razones de la vida, se perdonan a los vivos por medio de los recuerdos a los muertos, y esto es lo que nos permite superar la vida del día a día, siempre, hay una esperanza.

Caminos de flores desde las casas al camposanto, velas de cera y botellas de aguardiente o de mezcal o tequila o ron o simplemente café o chocolate con pan de yema, tamales y frutos, se van adornando las tumbas y se visitan y se limpian y se llora o se ríe o se canta y se dan vueltas por ahí para visitar al compadre o al vecino y dar las gracias a Dios por permitir a los difuntos retornar un día, soplando los vientos y dando frío para generar el calor del corazón. Los niños no ven solamente esto, juegan, y es una fiesta, no hay razón para el llanto y ahora se puede comer de todo, las golosinas que no veían desde hace tiempo, escuchan los nombres de “desconocidos” dentro de la propia casa, no los vieron, y muchos, son el “vivo retrato del difunto” o hace igual que el muertito o se comporta como este o camina como aquel, así, en dos días, el mundo mágico y los cuentos de terror o de vida emergen en todos lados, y algunos, los ven reflejados en los altares adornados entre frutos de caña y flores y catrinas y calaveras de azúcar con el nombre del difunto.

¿Cómo explicar esa enorme fiesta en vez de las fiestas de la vida? Pues la verdad es que hay mucha conciencia de los caminos de la muerte y lo que en verdad saben, los mexicanos, que lo único real es la muerte y no quieren ver o reflexionar sobre los movimientos de vida o sus tragedias y sinsabores o los triunfos y construcciones, se valora a los difuntos y, ahora, hasta se reparten las cenizas en muchos lados, como si esto fuera la capacidad de algunos para darles satisfacción a los que ya no pueden opinar ni reclamar o bendecir esos actos.

Desde niños se nos hablan de muertitos y de historias de aparecidos, de ruidos que dan terror y miedo y los vientos, como que dejan, a su paso, palabras que no se entienden pero que llevan el mensaje para todos, el respeto es a los muertos, lo merezcan o no, como que en la muerte se perdona todo y así se van marchitando frutos y flores de los altares y de las tumbas y se dejan ahí. Abandonados. para otro año, a los que se fueron, ya no están y solamente se extrañan esos días, los días de muertos. Son caminos que pueden dar miedo, y en algunos casos, por ello, los entierros son tan sagrados para no despertar las furias de lo que no se ve ni se conoce, por ello, se habla más de la muerte que de la vida, en dos días, esa es la costumbre, la vida tiene muchos días y nadie, pero nadie, puede saber hasta dónde terminará, a veces de un momento al otro, en otras, en largas agonías y enfermedades que van terminando con la fuerza y la energía, se pierde la esperanza y se ruega por la terminación de vida, todos sabemos que moriremos un día, en un tiempo, pero nadie puede adivinarlo, solo el que conoce su límite y su tiempo, algunos, hablan de reencarnación y de entregar las cuentas al creador, otros, por pasos de agonías y de caminos de infiernos o de cielos que nadie entiende, y todos, los desean, como, darle un tiempo al tiempo. En Fin, los días de muertos en cada punto, todo es igual y diferente, los cantos y los ritos, los altares y los gustos, las canciones y la forma de recordar es la forma en que finalmente vivieron, por ello, cuando hay que enterrar al difuntito, muchos van a acompañar y algunos cavan la tumba y otros ayudan a los deudos a atender a los vecinos y acompañantes, todos llevan algo y todos tienen rezos y recuerdos, toman el mezcal o el café y fuman el tabaco fuerte y cuentan, en voz baja, los chistes, como retando a la muerte, como que no les importa, pero solamente huyen de la realidad, así, cuando llegan, todos dicen: reciban nuestro más sentido pésame… como si en verdad sintieran o, solamente, se le teme más a la muerte, y por eso, nos burlamos de ella.