México.- Hasta el día de su muerte, acaecida el pasado miércoles, Leonora Carrington fue una creadora fiel a sí misma, a su arte y al lenguaje surrealista.
Su obra plástica, en pintura y escultura, así como su literatura, son uno de los testimonios más grandes de ese movimiento a nivel mundial. Se mantuvo como una activa creadora de este arte, con piezas donde la mitología, el sueño y la fantasía le permitían hablar de lo contemporáneo, en especial de la mujer.
Estas son características que críticos de arte y creadores destacan de la artista inglesa, fallecida a los 94 años, que en 1942 llegó a México y que aquí produjo la mayor parte de sus piezas.
“…No creo que uno pinte para alguien; pintar debe ser semejante a hacer zapatos. Una necesidad de conectar con las partes invisibles, los lugares invisibles de la psique humana, y nos vienen las imágenes, y hay una especie de impulso de comunicarlas… Pero no pretendo explicar esto, no sé explicarlo. Que cada quien lo explique a su manera, incluyendo a los críticos de arte, en los que no creo. A cada quien le sale lo que le sale. ¿El mundo que pinto? No sé si lo invento, yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mí”.
Este es uno de los pocos testimonios que Carrington ofreció acerca de su trabajo; no acostumbraba hablar de él.
“Lo que hace ella es recurrir a ciertas mitologías, religiones arcaicas y rescatar símbolos que provienen de estos cuerpos de ideas antiguos para hacer comentarios en el presente, sobre todo que tienen que ver con el papel de la mujer en la sociedad actual. Rescata el chamanismo, elementos de la alquimia o deidades de la mitología celta un poco para romper con los esquemas tradicionales de la mujer en el siglo XX”, comenta Daniel Garza Usabiaga, curador para el Museo de Arte Moderno de Remedios Varo y sus contemporáneas.
“Lo importante en Leonora es la capacidad de tener un lenguaje propio, de explorarlo, de vivir tantos años con esas imágenes, y que nunca se le vieran gastadas, sino como recién hechas -comenta la artista Magali Lara-. Estas primeras mujeres surrealistas fueron pioneras en tener un imaginario femenino, exploraron el mundo de la hechicera, de la intuición, inclusive de la magia”.
“Las fuentes de la obra de Leonora son eminentemente literarias, estuvo influida por los cuentos irlandeses, por su nana; se interesó en filosofías, en las culturas de Mesopotamia, Egipto, los libros religiosos, los místicos. Su obra no es ilustrativa, sino de reinterpretaciones visuales que no son solemnes, son bromas de una mujer muy culta”, dice el curador de exposiciones y libros sobre ella, Luis Carlos Emerich.
Vida y obra
Rebelde, feminista, defensora de los animales, auténtica, seductora, todo ello fue la artista inglesa mexicana, quien desde muy joven manifestó un impulso del arte.
Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Lancanshire, Inglaterra. Ajena a los convencionalismos, desde niña rechazó la formación religiosa impuesta por su madre Mairi, católica irlandesa, para estudiar arte en Florencia y Londres.
El pintor alemán Max Ernst llevó a Leonora al surrealismo y a él se atribuye el nombre para Carrington de “la novia del viento”. Con él viajó a París, donde convivió con Salvador Dalí, Marcel Duchamp, André Breton y Pablo Picasso. Ella y otros representantes del movimiento surrealista participaron en una magna exposición en Amsterdam y París en 1938. Pero la II Guerra Mundial cambió ese panorama, y Ernst fue llevado a un campo de concentración.
En 1940, Carrington huyó a la España franquista, donde sufrió un colapso y su familia la ingreso en un manicomio de Santander, de donde escapó hacia Lisboa. Allí conoció al poeta y diplomático Renato Leduc, con quien se casó, y quien la ayudó a viajar a NY. En 1942 llegó a México con Leduc, del cual se separó un año después.
Aquí, Carrington fue amiga de André Breton, Luis Buñuel, Fernand Léger y Octavio Paz, quien dijo que era “una de las artistas más reconocidas en el mundo entero, capaz de crear mundos míticos en donde los seres mágicos y los animales ocupan un lugar sobresaliente”.
En 1946 se casó con el fotógrafo húngaro Emérico “Chiki” Weisz, con quien tuvo a sus dos hijos: Gabriel y Pablo.
“Creo que México no cambia mucho su producción -explica Daniel Garza-. Ella viene con ciertas ideas, con un lenguaje hasta cierto punto desarrollado. Pero, en cambio, su obra llega a influenciar a muchos artistas en México”.
El crítico Carlos-Blas Galindo comenta: “Fue una de las autoras que continuó dando vida a eso que ya creíamos muerto que son los surrealismos. Su postura estilística nutre mucho a los autores de la nueva figuración simbólica. Más allá de sus circunstancias de vida, el haber dado respiración artística al Surrealismo hasta antier, es un gran aporte a la cultura artística a nivel nacional y en todo Occidente”.
En colecciones y subastas
Desde 1968 Carrington alternó su residencia entre México, Chicago y NY. Algunas colecciones que albergan su trabajo son The Edwards James Foundation, en Inglaterra; The Metropolitan Museum of Art, en NY; el National Museum of Women in Arts, en Washington, y los museos Nacional de Arte y de Arte Moderno, en el DF.
Ganadora del Premio Nacional de Bellas Artes en 2005, realizó cientos de dibujos, esculturas, tapices y un mural, El mundo mágico de los mayas (en el Museo Regional de Chiapas, donde vivió un año, para hacer esa obra).
En los últimos años producía más esculturas. “Hasta hace un mes estuvo preparando moldes para escultura y joyería, por lo que dejó producción nueva, terminada y en proceso en su taller”, dijo su nuera, Martha Patricia Weisz.
La artista Magali Lara destaca: “Creo que la caracterizó una gran vitalidad, el estar produciendo a lo largo de la vida. Tuvo una parte muy solidaria con las mujeres. Fue leal a sí misma, no estaba buscando la aceptación, sino un camino para ella”. Y Emerich la recuerda así: “Era difícil establecer las fuentes de sus obras; confiaba en la aportación del espectador, la suya era una obra abierta”.
Agencia El Universal