La imagen y la palabra se entrecruzan para crear una sintaxis sin bordes en la exposición Apostillas, discurso original de la fotógrafa Mina Bárcenas (Cuba, 1965) en el que las remembranzas visuales que le dejaron algunas lecturas se retroalimentan con la emotividad de veinte de sus amigos, quienes convirtieron esos mismos libros compartidos en ensayos, poemas o relatos breves.
No será la tierra, de Jorge Volpi; Cerca del corazón salvaje, de Clarice Lispector; Mr. Vértigo, de Paul Auster; La inmortalidad, de Milan Kundera; El despoblador, de Samuel Beckett, y Lord Jim, de Joseph Conrad, son algunas de las inspiraciones literarias que Mina Bárcenas ha transformado en metáforas visuales difusas y que ahora exhibe en la Fototeca Nacional, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Apostillas, título que alude a las acotaciones que completan un texto, puede leerse y observarse como un libro escrito a varias voces, la de 20 amigos que gustan de la lectura, bajo la mirada de una fotógrafa para quien imagen y palabra son fuerzas complementarias.
Esta muestra-metalenguaje, organizada a través de la Coordinación Nacional de Difusión del INAH, permanecerá hasta el 14 de junio en la Sala Nacho López del recinto ubicado en el Ex Convento de San Francisco (Plaza Aniceto Ortega), en Pachuca, Hidalgo.
Lodo, del mexicano Guillermo Fadanelli, es la lectura que ahora tiene “atrapada” a Mina Bárcenas, una mujer menuda e inquieta, que encontró en la cámara estenopeica y las virtudes que ésta requiere, como es la paciencia, la mejor manera de plasmar las ideas y emociones despertadas por escritores consagrados y noveles.
Para esta amante de las novelas, “el libro es el pasaporte más económico que tienes para viajar a donde quieras. Por supuesto que hay artes que se identifican con una nacionalidad, un momento, un contexto específico. No es mi caso. A lo mejor eso está marcado por mi condición de inmigrante”.
Recuerda que este proyecto empezó hace más de 20 años cuando llegó a sus manos La inmortalidad, de Milan Kundera. De ahí derivó la idea.
En algunos casos, Mina Bárcenas logra concebir la imagen precisa casi de inmediato, como un pesado bloque de hielo derritiéndose sobre una mesa que alude a un pasaje de Cerca del corazón salvaje. En otros, la “síntesis” visual implica un proceso más complejo a partir de subrayados y anotaciones al margen.
Quizá porque los territorios de la literatura son los caminos del alma, estados eminentemente emocionales, espirituales, las imágenes de la fotógrafa están poblados de espacios cerrados y abiertos de aire espectral, donde si aparece algún humano es también en una posición irreal como si estuviera a punto de desaparecer de la escena.
La artista comenta que la imagen “proyectada” sobre la obra de Juan Carlos Onetti, El Astillero, fue una de las más logradas y complejas para su obtención. La luz filtrada a través del estenopo (orificio) en la cámara oscura logró mantener los matices de ese escenario natural que describe Onetti en su libro: cortezas de árboles con manchas verdes y blancas “de humedad sin brillo”, y un estanque redondo.
Para el compatriota amigo de Mina Bárcenas, el escritor Juan Antonio Molina, cada fotografía de Apostillas, vista de manera individual, “posee un mutismo elemental”. Y sin embargo, está inspirada por la literatura.
Considera que “las fotos no se refieren tanto a las historias leídas como a los rastros imaginarios que las lecturas han podido dejar en la memoria de la fotógrafa”.
De acuerdo con el crítico de arte, Mina Bárcenas continúa desarrollando lo que ya es la preocupación de su obra: la relación entre las palabras y la fotografía. “Es como si la escritura de sus colaboradores estableciera una nueva conexión entre sus fotos y los libros, ocupando unos intersticios dejados ahí a propósito para generar nuevas zonas de razonamiento y goce”.
La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares; A perfect day for banana fish, de J. D. Salinger; El vicecónsul, de Marguerite Duras; Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, y Esperando a los bárbaros, de John Maxwell Coetzee, son otras de las creaciones literarias, leit motiv de la fotógrafa que empezó sus pinitos en La Habana con una cámara rusa Zenit, las únicas que podían conseguirse en la isla.
Mina Bárcenas, quien desde hace años radica en México y ha hecho de Mérida su patria chica, considera que Apostillas es un proyecto concluido, “fue un proyecto muy redondo, me aportó mucho placer. Esto no quiere decir que no volveré a trabajar la imagen a partir de un texto literario, pero éste, que fue un trabajo colaborativo, obsesivo en la selección, ha quedado atrás”.
Apostillas permanecerá hasta el 14 de junio en la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional, Ex Convento de San Francisco, en Pachuca de Soto, Hidalgo. Entrada libre.