El retrato de un joven Felipe IV, propiedad del Museo Metropolitan de Nueva York, ha vuelto a ser atribuido a Velázquez tras un proceso de restauración y después de que «perdiera» a su autor tras una investigación en 1973, que concluyó que había sido pintado por un discípulo suyo.
Este cuadro, pintado en 1624 por el maestro español y de 2,10 metros de altura, vuelve a verse, recuperado su crédito, a partir de hoy, 37 años después del impacto que causó su no atribución a Velázquez (1599-1660) , informa el «New York Times» .
«Uno de los más grandes pintores de la tradición occidental -y un retrato real, por si fuera poco- es recuperado» , declaraba al periódico el responsable de pintura europea del MET, Keith Christiansen, a propósito de este cuadro que muestra al rey español con dieciocho años, vestido con traje negro y capa.
Según el rotativo, el hispanista Jonathan Brown, que defendía que este retrato no era del autor de Las meninas, ha supervisado cada paso de la restauración y ha llegado a la misma conclusión que Christiansen.
En el estudio de 1973, obras anteriormente atribuidas a El Greco, Rembrandt o Vermeer, perdieron su «estatus» , pero el caso del retrato de Felipe IV fue especialmente clamoroso debido a que el MET conservaba el recibo de pago firmado por el propio Velázquez y que datada el 4 de diciembre de 1624.
Y así, Christiansen, que todavía mantenía la duda, solicitó al conservador del MET, Michael Gallagher, una nueva limpieza y evaluación del cuadro, tras el trabajo que había hecho con otro retrato del mismo rey perteneciente a la Frick Collection, situada a escasos metros del Museo Metropolitano de Nueva York.
Gallagher, que en un principio no quiso aceptar la labor por el delicado estado de la obra, finalmente accedió a realizar la primera restauración del lienzo desde 1911, en la que, según él, se habían añadido nuevas pinturas y barnices que favorecieron la hipótesis oficializada en 1973 de que el retrato no era un Velázquez auténtico.
La tecnología de los rayos X demostró numerosas pérdidas del material original sobre todo en la parte alta del cuadro, ya que el negro es el color más vulnerable a las limpiezas cáusticas que eran aplicadas «de manera no infrecuente a principios del siglo XX» , según el conservador.
Y así, cuando fueron recuperando el sustrato original del cuadro, «los detalles que emergieron en la composición -las manos delicadas, la cabeza fuertemente caracterizada, el cuello simple y blanco, la cadena de oro elaborada, la caída de las ropas- eran características inconfundibles del pintor», en palabras de Gallagher.
Este «nuevo» cuadro de Velázquez, según Gallagher y Christiansen, es muy similar al que puede verse actualmente en el museo del Prado, de Madrid, hasta el punto de que lo consideraron en un principio una réplica firmada. Sin embargo, al estudiar el lienzo de Madrid y analizarlo con rayos X, concluyeron que ambos eran originales.
No es la primera vez, no obstante, que el Metropolitan -que cuenta con la colección más importante de Velázquez de Estados Unidos- descubre en su patrimonio un cuadro del pintor español atribuido a su estudio, pues ya sucedió en septiembre de 2009 con un retrato masculino.
Agencia El Universal