Existe un reino de coral en el océano Pacífico llamado bahía de Kimbe. «Es un mundo más extraño que los confines del espacio», dice el fotógrafo David Doubilet. Pero a diferencia del frío espacio, este reino vive y respira, y en su universo hay galaxias de peces y formaciones de coral tan espectaculares como la explosión de una supernova.
La bahía está en la isla de Nueva Bretaña, en Papúa y Nueva Guinea. Una geología de sobresaltos –la región está a caballo entre dos placas en colisión– ha generado un paisaje de volcanes, tres de ellos activos; una estrecha plataforma costera que desciende bruscamente a un abismo de dos kilómetros de profundidad, y montañas submarinas que los milenios han coronado de arrecifes.
Hace 17 años Doubilet pasó ocho días en Kimbe cubriendo un reportaje, y aquella experiencia le instiló el anhelo de regresar. Era una obsesión nacida del recuerdo de un paraíso sumergido, con plateados bancos de peces, prados de látigos de mar rojos y aguas transparentes. ¿Seguiría intacto aquel paraíso?, se preguntaba.
«Algunos arrecifes son dinámicos, como un cuadro abstracto de Jackson Pollock», dice Doubilet. Kimbe, cuyo arrecife permanece grabado en su memoria, es lánguido, «como una pintura impresionista, un Monet».
Inventariar la vida marina que se mece, nada o repta en aquellas corrientes es presenciar la diversidad en todo su esplendor. La lista incluye 536 tipos de coral (más de la mitad de las especies del planeta) y unas 900 especies de peces arrecifales. Maravillas diminutas (el caballito de mar pigmeo) y colosales (el cachalote) conviven en sus aguas.
Toda esta diversidad se debe a una confluencia de circunstancias geográficas, corrientes oceánicas, condiciones térmicas y caprichos de la evolución. Si el arrecife conserva la vitalidad de hace 17 años, a diferencia de tantos otros del mundo, es gracias a lo remoto de su ubicación.
No sufre la presión demográfica de, por ejemplo, los arrecifes de la costa asiática. No es objeto de pesca comercial. Además tiene quien lo cuide. Entre sus paladines están Nature Conservancy, que junto con la organización local Mahonia Na Dari («Guardián del Mar» en la lengua nativa) ha diseñado un plan para 14 áreas de protección marina, y el Centro de Áreas de Gestión Local de Papúa y Nueva Guinea, que ayuda a las comunidades a gestionar y proteger sus recursos.