Luis II de Baviera y los castillos en los que residió son un magnífico hilo argumental para recorrer el sur de este estado alemán. Melancólico y soñador, Luis II (1845 a 1886) vivió para la poesía, el arte y la música, especialmente la de Richard Wagner, a quien protegió y cuyas obras le inspiraron para crear sus particulares paraísos.
Múnich, capital de Baviera, es la primera etapa de este viaje pues, a veinte minutos del centro aloja el Scholss Nymphenburg. Lugar de nacimiento de Luis II, es uno de los mayores palacios de Europa: un complejo de tres alas y edificios repartidos entre canales y jardines barrocos.
El refinamiento de los monarcas bávaros es evidente no solo en sus salones, algunos decorados con frescos y lacas chinas, sino también en el museo de carruajes y en la fábrica y el museo de porcelana. Alrededor del palacio surgió el elegante distrito de Neuhausen, cuajado de mansiones de la aristocracia bávara.
Hay que dirigirse hacia el sur para visitar los castillos más importantes en la vida de aquel rey calificado de excéntrico. La ciudad alpina de Füssen, a 130 kilómetros y cerca de la frontera con Austria, es la mejor base para conocer algunos de ellos.
Con apenas 14.000 habitantes, Füssen es un importante centro balneario y de deportes de invierno, cuyo encanto reside, sobre todo, en el paisaje que se abre a su alrededor: los bosques y las cumbres nevadas de las montañas de Ammergau y Allgäu.