Bruja de verdad existió en la vida del escritor

“Y cómo es ese evangelio tuyo? Para qué me lo preguntas, Brujita, si bien lo sabes. Cabe en un sólo precepto doble que reza así: ‘Ama a los perros como a ti mismo, y a tu prójimo envenénalo’”.

El anterior es sólo un fragmento de la novela Entre fantasmas, sexto y último libro de la serie El río del tiempo de Fernando Vallejo (dicha serie está formada en su orden por Los días azules, El fuego secreto, Los caminos a Roma, Años de indulgencia, El mensajero y Entre fantasmas).

En los libros de esa serie, Bruja -que sí existió realmente- está presente y es el ser con quien el escritor sostiene un diálogo, toma distancia de los relatos, de los recuerdos de su natal Medellín, del barrio Boston, de la finca de Santa Anita y “aterriza” en la ciudad de México.

“¿Qué marca es? ¿Muerde? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo se llama?”, le preguntan varias veces niños en el parque por la señora de abrigo negro que le acompaña: “Es Gran Danés. No. Tres. Bruja”. “¿Bruja? -le responden los niños- Jua, Jua. ¡Parece un caballo!”

En las páginas de esa novela, El fuego secreto, Bruja aparece en sus sueños y, en uno responde a las preguntas de su dueño: “‘Por qué te fuiste así? ¿Me quieres matar? ¿No ves que no tengo otra cosa en el mundo que tú’ Y ella: ‘Es que me llamó un perro amigo que conocí en Turquía’ ”.

Bruja es un gran danés de raza y alma de ángel, nos cuenta el narrador en otro de los libros de esta serie.

“Alta, esbelta, de porte excelso y flexibilidad prodigiosa, lo más noble y hermoso que he conocido. Ya está viejita, ‘grande’, como dicen en este país de eufemistas…”. Con Bruja inicia en Entre fantasmas el “deambular” por la ciudad de México minutos después de que fuera sacudida por el terremoto de septiembre de 1985: “¿Te asustaste mucho, negrita?”. Recorre avenidas, hospitales, la zona de Tlatelolco. La literatura le sirve al escritor para “atestiguar” con ella el rescate de los perros del Centro Médico, donde los tenían para experimentos. Sólo esa escena le conmovió del terremoto -escribe- “porque desde hace años rompí mi pasaporte humano y soy un perro: alzo la pata y me orino en la estatua de Bolívar, la Catedral Primada, el Hemiciclo a Juárez… Psssss…”

Bruja en sus libros es un refugio: “…pongo mi cabeza contra la suya y otra vez, como antaño, el corazón se me tranquiliza”. Y un párrafo más adelante, en este libro Entre fantasmas, afirma: “El hombre, Brujita, es una pobre bestia efímera, enferma de eternidad. Tu no. Ni yo.”

Ese libro es una despedida de muchos muertos, Bruja entre ellos y cierra el ciclo de El río del tiempo:

“…la felicidad es una pompa de jabón que da visos, pero que no bien uno la mira se revienta. Uno tiene que ser feliz sin saberlo. ¡Qué iba a saber yo de niño que era feliz! Más aún: qué iba a saber que lo era de viejo, cuando empecé esa tarde Los días azules contigo, Brujita, que ya no estás… Lo que siempre sí está claro es la desdicha. Ahora que tu muerte, niña, me ha vuelto a los recuerdos, recuerdo la tarde feliz en que empecé el libro. Lo empecé a la aventura, como he vivido, sin saber cómo, ni hacia dónde, ni por qué carajos”.

Después de Bruja, Fernandno Vallejo tuvo a Kim, fallecida a finales de 2009, y luego a Quina -“con Q, como la que se le echa al vodka”. Ésta tiene cerca de 10 años, y la recogieron de la calle.

Agencia El Universal