Asomada al Rin desde la región de Renania, Colonia se presenta como una de las ciudades más activas y animadas de Alemania. El visitante lo comprueba nada más llegar desde el aeropuerto en tren, cuando camina por la céntrica plaza de la Estación y la colindante de la Catedral, en las que varias cervecerías históricas le dan la bienvenida.
En ellas suele haber colonienses que, precedidos por su fama de sociables, inician una animada charla con el recién llegado mientras se toman la típica kölsch, la cerveza local servida en un vaso de tubo.
El monumento más emblemático de Colonia es su catedral gótica que, con imponentes torres de 157 metros de alto, es el símbolo milenario de la ciudad y uno de los pocos edificios que no fueron destruidos por los bombardeos de 1942 y 1944 que arrasaron el 75 % de la ciudad antigua. La subida a las torres regala una asombrosa panorámica urbana y fluvial, aunque es al entrar en la altísima nave central (45 m) cuando se comprende la importancia del templo en la Europa del medievo.
La estructura de los arcos góticos prueba la técnica de sus constructores; el tríptico Los Reyes Magos (1445) de Stefan Lochner da idea de la exquisitez de la pintura renana de la época; y el rutilante relicario de los Reyes Magos (siglo XII), que se guarda en el ábside y supuestamente contiene sus reliquias, está considerada una joya de la orfebrería antigua.
Tras salir del templo, y antes de proseguir la visita por los alrededores, se pueden reponer fuerzas en una típica cervecería. Una muy popular es Früh em Veedel (desde 1879). Aquí, junto a la ligera cerveza de la casa, sirven salchichas y especialidades como el rheinischer sauerbraten, un adobo de carne con guiso agridulce.