Catedral de Santiago …reliquia de la Cristiandad

Corría el año 813 cuando un ermitaño llamado Pelayo vio una prodigiosa lluvia de estrellas sobre el bosque Libredón, cerca de Iria Flavia, sede del principal obispado católico en Galicia. Tras comunicárselo al obispo Teodomiro, se encaminaron hacia el lugar y contemplaron juntos un fuerte resplandor, que procedía de un sepulcro de piedra donde reposaban tres cuerpos.

De inmediato los identificaron: eran Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio. Se trataba de la confirmación definitiva de una tradición según la cual Santiago, el apóstol de Cristo, había predicado en Hispania y había sido también enterrado allí de modo milagroso, después de que sus discípulos recogieran su cuerpo martirizado en Jaffa y lo trasladaran en barco hasta tierras de Hispania.

En realidad, esta creencia se había difundido sobre todo en el siglo VIII, en plena invasión de la Península por los musulmanes, como un modo de animar a la resistencia de los cristianos. El descubrimiento del sepulcro no hizo sino aumentar el entusiasmo. El rey Alfonso II fue informado de inmediato y pronto la noticia, anunciada por el propio papa León III, corrió como la pólvora por todos los rincones del mundo cristiano.

A partir de entonces, la tumba de Santiago se convirtió en un foco de atracción para toda la Cristiandad. El hecho de que el supuesto cuerpo de Santiago se conservara en su integridad lo convertía en la reliquia más grande de la época bíblica. De ahí que a partir del siglo X miles de fieles se dirigieran a pie cada año, desde todos los puntos del continente europeo, hacia aquel confín de la Cristiandad, para rendir tributo al cuerpo del Apóstol.

El Camino de Santiago se convirtió en la mayor vía de peregrinación de Occidente, y Compostela, la ciudad surgida junto a la tumba, en destino de un incontenible movimiento en el mundo cristiano. Tal fue también la razón de que enseguida se decidiera dedicar a las reliquias de Santiago un edificio que estuviera a la altura de su importancia.

Una catedral para el Apóstol.

Ya en el momento de su hallazgo, el rey asturiano Alfonso II el Casto ordenó construir una capilla de piedra y arcilla; el mismo monarca fue, según la tradición, el primer peregrino que la visitó. La iglesia fue ampliada significativamente en el año 899 por Alfonso III, que encargó la construcción de un templo de piedra en estilo asturiano, con tres naves y cabecera rectangular.

Pero esta basílica sería reducida a cenizas por Almanzor cuando asoló la ciudad de Compostela en el año 987, aunque las crónicas sostienen que respetó la tumba de Santiago. A pesar de la devastación producida por el caudillo musulmán, su razia daría pie a que se emprendiese la construcción de la nueva catedral románica algunas décadas más tarde.