Un equipo arqueológico coordinado por Ángel Villa, adscrito a la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias, está realizando trabajos de conservación en el castro de Chao Samartín, situado en Grandas de Salime, al oeste de Asturias.
Este yacimiento visitable, cuyos orígenes se remontan a finales de la Edad del Bronce, se comenzó a excavar de forma sistemática en 1990, pero gran parte del poblado aún es objeto de estudio.
Una buena parte de las pinturas murales que decoraban una domus romana de época altoimperial, que se instaló en el propio recinto castreño, aún permanece inédita.
«Entre los motivos representados aparecen diseños geométricos pero también figurativos con elementos vegetales, animales y fauna mitológica, así como diversas figuras humanas, tal vez retratos inspirados en los propietarios de la casa», explica Ángel Villa a Historia National Geographic.
El arqueólogo destaca que aún quedan por excavar dos estancias de la domus, cuya planta ocupaba aproximadamente 500 m2, y que ambas conservan sus pinturas murales en su posición original.
El castro de Chao Samartín atesora una historia milenaria que es un reflejo de los diferentes pobladores que han dejado su huella en Asturias. «El lugar debió ser frecuentado desde época neolítica, como lo demuestran los frecuentes enterramientos tumulares y otros hallazgos producidos en su entorno inmediato», sostiene Ángel Villa.
«Sin embargo, el primer recinto fortificado que se ha podido atestiguar fue fundado hacia el año 800 a.C., a finales de la Edad del Bronce, cuando se estableció sobre la explanada superior del yacimiento un espacio ceremonial en torno a la gran roca que se alza sobre los acantilados.
Nada en su interior sugiere un uso doméstico, pero sí que abundan las evidencias que prueban su fuerte contenido ritual, incluido el depósito funerario, frente a cuya puerta se colocó la calota craneal de una mujer de unos 15 años de edad», añade.
Los castros o poblados fortificados sufrieron un progresivo abandono a comienzos de nuestra era, como consecuencia de la dominación romana de la península Ibérica. A mediados del siglo I d.C. se construyó una domus romana en un ambiente aún castreño, pero que estaba preparada para recibir a un alto dignatario.
«Tras la conquista, Roma se sirvió de los vínculos ancestrales de relación de las comunidades indígenas, entre los cuales el Chao Samartín debía gozar ya de una destacada posición, para implantar un nuevo modelo administrativo con fines esencialmente fiscales y con especial atención al control de las minas de oro que se localizaban en la comarca», comenta Ángel Villa.
De esta época datan las opulentas pinturas murales, que han sido estudiadas por Olga Gago, conservadora e investigadora especializada en pintura mural romana.