Ella parece haber superado ya la crisis de los 30, aquella que pone a las mujeres en la encrucijada del matrimonio y la maternidad; clava sus ojos en un libro: Todo sobre los hombres. Lo hojea, se detiene en las páginas, de pronto se siente observada y lo suelta.
La mujer finge prestar su atención a otro títulos como Sí se puede cambiar y Palabras a mi mamá.
Deambula entre el mar de libros que se encuentran en la explanada del Auditorio Nacional, al poniente de la ciudad de México, pero de vez en vez regresa su mirada al estante donde se encuentra el libro que quizá le ha prometido comprender al sexo opuesto.
De pronto, un hombre mayor de edad, despeinado debido al sudor que le escurre por la cara, interrumpe su paso y le espeta: “Vicente Huidobro, por supuesto Pablo Neruda con su Oda al libro y Efrén Rebolledo”. La mujer toma el folleto con los nombres de los poetas, en el que está impreso versos que le dedicaron al objeto.
No hay intercambio de palabras, él da media vuelta y se va; ella dirige sus pasos al estante, al fin se anima, compra el título sobre los hombres y mete los poemas entre sus páginas.
Alrededor de la mujer hay decenas de lectores en busca de las páginas que les indiquen que han sido escritos para ellos. Las edades, los sexos, los niveles académicos, los salarios, los lugares de procedencia, todo se mezcla en ese sitio donde hay desde recetas de cocina hasta obras de William Shakespeare.
Entre los pasillos que por momentos se congestionan está Iván Sosa; él tiene 17 años y está por entrar la UNAM para estudiar Economía. Desde el estado de México se trasladó al quinto Gran Remate de Libros con la intención de invertir “un poco” en la pequeña biblioteca que está conformando. Su primera adquisición es Herejes, ateos y malpensados, de Rius.
De entre varios entrevistados que aprovecharon para pasear el Sábado de Gloria, como la marca el calendario católico, y ante la ausencia de letreros que indiquen que es el día en que el mundo festeja el libro, Iván es el único que está enterado de la efeméride.
Para celebrar, dice, no sólo basta con leer sino también con adquirir libros y fomentar entre las personas que conforman su mundo, el gusto por la lectura. No es tan difícil porque un libro no necesita convencer a nadie de sus capacidades, sino simplemente encontrar una mente dispuesta a conocer.
Así, aunque para los capitalinos que se han dado cita en este remate de libros ha pasado inadvertida la fecha, el acto celebratorio se ha consumado al convocar a las personas a leer.
El placer de la lectura
En México los datos son duros; en los últimos 12 meses sólo 27% de la población ha leído un libro, 43% no conoce una biblioteca y 24% no tiene ningún libro en casa, según la Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales, realizada el año pasado, para la que fueron entrevistados 32 mil personas mayores de 13 años.
Las estadísticas, dicen algunos, son otra forma de mentira. Aunque la realidad demuestra que al menos las citas sí deben ser certeras, en un día como hoy (ayer) hay personajes que, si no echan abajo el panorama, siembran la esperanza de que no todo es desastre.
Prueba de ello es Helian Gaucin. Ella tiene 21 años y es estudiante de teatro. Ella fue la primera persona en ingresar a una de las librerías del centro de la capital mexicana.
Sin prisas, Helian ha revisado por una hora muchos de los títulos que se ofrecen. No sólo está interesada en la dramaturgia sino también en la ficción.
“El último libro que leí fue Hamlet y creo que no se trata de leerlo para presumir que has leído a Shakespeare sino de entenderlo, de hacerlo tuyo, porque una cosa es lo que el autor pensó y otra lo que uno, como lector, entendió. De eso se trata lectura, ¿no? Ojalá los padres lo entendieran así e hicieran que sus hijos leyeran”, dice entusiasta.
Otra historia es la del Sistema de Transporte Colectivo Metro, en donde, como parte de los festejos, por las bocinas de los andenes se oirían las voces de 40 autores leyendo sus propias obras. Ante el trajín de la gran urbe, podría o no tener éxito.
Mientras las estadísticas lo confirman, algunos de los viajeros que han abordado el Metro no se percataron del proyecto. “Quizá iba distraído, pero no escuché nada”, dice uno. “Yo sí escuché, creo que alguien hablaba del amor, pero la verdad es que no se entiende nada, si a veces no entiendes cuando la operadora te dice que tal estación está cerrada, pues menos una poesía”, comentará otro.
Un personaje de este transporte, el vendedor de periódicos, dice con seriedad que hasta el medio día lo único interesante que ha pasado es la exposición sobre Joan Sebastian, el divo de Juliantla. “¿Lectura?, pues creo que ahí en las vitrinas hay libros del cantante, pero pues al menos sabes que existen, a lo mejor alguien se anima a buscarlos después”, comenta.
En esta ciudad que penaliza a quienes usen el agua para conmemorar la Gloria, hoy ha sido un buen día para darse chapuzones en las páginas de un refrescante libro.
Agencia El Universal