Los Colosos de Memnón, situados en la ribera occidental del Nilo, en Luxor, permanecen en posición sedente, con las manos sobre las rodillas, desde hace unos 3.400 años.
Estas estatuas de cuarcita, que representan al faraón Amenhotep III, hoy tienen el rostro desfigurado y el cuerpo deteriorado, pero siguen erguidas con una solemnidad fantasmal, como reafirmando la gloria de la dinastía XVIII, la más próspera de la civilización faraónica.
Las estatuas gemelas, de unos dieciocho metros de altura, custodiaban la entrada principal del inmenso templo mortuorio de Amenhotep III, que con los siglos se fue desintegrando a sus espaldas.
Los Colosos de Memnón han resistido impasibles a un sinfín de adversidades: terremotos devastadores, inundaciones, vandalismo… Y ahí siguen encaradas al Nilo y al sol naciente.
En los últimos años se han recuperado cientos de fragmentos correspondientes a otras figuras colosales del templo y han sido reconstruidas de forma asombrosa, devolviendo al templo su antiguo esplendor.