Copenhague…pasado Vikingo, respeto ecológico, largos inviernos

En cuanto despunta el buen tiempo, la capital danesa florece. Sus habitantes se lanzan a la calle, las cafeterías y restaurantes sacan mesas a las aceras y familias enteras se reúnen en los parques con cestas de pícnic que contienen manjares para varios banquetes.

Visitar Copenhague en primavera descubre mucho más que monumentos. Con más de un millón y medio de habitantes, es la mayor conurbación de los países nórdicos y una de las capitales europeas más antiguas.

Comparte con sus vecinos escandinavos el pasado vikingo, el respeto ecológico, la pasión por el diseño, los largos inviernos y un cierto abuso del eneldo, las salsas agrias y los ahumados en sus platos.

Un entramado de canales dota de carácter a la ciudad. Uno de ellos, el Nyhavn, constituye su estampa más singular. Se cuenta que Hans Christian Andersen (1805-1875), el estimado cuentista danés, pasó largas temporadas en alguna de las casas de sus riberas.

Por aquel entonces Nyhavn era un sórdido embarcadero rodeado de burdeles y tabernas; hoy ciudadanos y visitantes toman cervezas y smørrebrød (bocadillo tradicional, servido en plato) bajo sus fachadas de vivos colores, contemplando lujosos veleros.

De Nyhavn parten los barcos turísticos que ofrecen una perspectiva desde el agua de la ciudad. Su recorrido se adentra por los canales de Christianshavn, barrio portuario del siglo XVII, cuyos almacenes han sido reconvertidos en viviendas y centros culturales, y que seduce por su ambiente marinero y sus restaurantes.