Corfú…la mayor de las islas Jónicas

Corfú renace cada día como «cristal ardiente», en palabras del escritor Lawrence Durrell. Frondosa por sus bosques, campos de olivos, huertas frutales y cipreses, y refrescante por sus ríos, lagos y playas, la mayor de las islas Jónicas es una tierra donde los datos históricos se entrelazan con los míticos.

Se la considera la isla Esqueria, en la que naufragó Ulises después de abandonar a Calipso. El largo dominio veneciano (1386-1797) se deja sentir en la arquitectura, la gastronomía y la amabilidad de sus gentes. La charme francesa y la elegancia británica, herencia de la primera mitad del siglo XIX, planean sobre la ciudad de Corfú, bellísima, culta y dinámica.

La antigua Korkyra es, con 40.000 habitantes, la capital de la isla. De buena mañana es el mejor momento para explorar las callejuelas y visitar la iglesia de Agios Spyridon, la catedral ortodoxa Panagía Spiliótissa y la catedral católica de San Jacobo, todas del siglo XVI. Hacia el mediodía es agradable sentarse a tomar algo en el Liston, una avenida porticada que queda encarada a la Spianáda, un gran parque junto al mar.

Al final de esta explanada verde emerge el palacio de San Miguel y San Jorge (1824), que alberga el Museo de Arte Asiático, cuya colección está integrada por más de 10.000 piezas. A poca distancia queda el Museo Bizantino, con iconos y obras de la escuela cretense. Los restaurantes de la plaza Dimarchio o del Ayuntamiento ofrecen delicias corfiotas como el savoro, un platillo de pescado frito con romero y ajo. Tras tal ágape, es recomendable regalarse una siesta a la sombra o un descanso mientras se contempla el edificio del Ayuntamiento, una logia veneciana de 1663.

La imagen más arquetípica de la isla se encuentra unos kilómetros al sur de la capital, el blanco convento de Vlachérna. Este islote y la excursión en barca hasta el cercano Pontikonísi son un buen inicio a la ruta por el centro y el norte de Corfú, donde se despliegan bahías de ensueño. Paleokastrítsa es un área familiar con calas entre bosques que ofrece dos alicientes panorámicos: el Moni Paleokastrítsa, del siglo XVII, y Angelokástro, una fortaleza en ruinas del XIII. Cerca, Agios Giorgios Pagon es una bonita playa para practicar surf; y, antes de llegar al Cabo Drastis, en Perouládes, se amontonan unas calitas minúsculas con estrechas franjas de arena y arrecifes llamadas Logas.