Lo ideal sería la democratización interna del PRI y, en consecuencia, elecciones internas mediante consulta abierta a militantes y simpatizantes en urnas electorales. Así como lo ha planteado el ex gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz Ortiz, quien no tuvo eco público, aún cuando parte del priismo coincide en el planteamiento.
Su bono democrático anda muy desgastado por tres evidentes razones:
Una: Cuando gobernó Oaxaca y se convirtió en el jefe político del priismo local nada hizo por democratizar el PRI en la entidad; por el contrario, la cadena de imposiciones terminó en derrota en la elección de gobernador del 2010.
Quizá tan dolorosa experiencia lo orilla a prevenir a su partido de las consecuencias de continuar con practicas “arcaicas”, como las califica él, en la elección de dirigentes y candidatos.
Sin embargo, su petición de consulta a la base parece más bien el argumento para asirse de la posibilidad de continuar en el rejuego político nacional y local; impulsar a cuadros de su grupo a la dirigencia nacional (él mismo quizá) y a la dirigencia del PRI en Oaxaca, donde el jefe político del priismo ya lo es el Gobernador Electo, Alejandro Ismael Hinojosa, hijo de su rival político.
No pudo. Casi nadie le hizo caso, cuando menos públicamente.
Dos: Haber “jugado las contras” al PRI en las recientes elecciones del cinco de junio con el ánimo de hacer perder precisamente al candidato a Gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat. Eso según cuentan priistas que formaron parte del cuarto de guerra del entonces abanderado.
Tres: El escándalo en que se vio envuelto como delegado del CEN del PRI en Quintana Roo, en el contexto de la elección interna del candidato priista al gobierno de esa entidad, donde el Revolucionario Institucional se partió y perdió. Ruiz Ortiz fue acusado de haber bloqueado la participación de Carlos Joaquín González, quien finalmente renunció a su militancia y aceptó la postulación de la coalición PAN-PRD, y ganó.
La otra falacia: Así que Ulises Ruiz alzó la voz en su momento de descrédito, lo cual pudo haber impedido la suma de las voces que coinciden en la necesaria democratización interna del PRI, cuya renovación es una falacia cuando se impone al presidente del Comité Ejecutivo Nacional mediante un procedimiento estatutario a modo.
Amén de ello, la cultura del presidencialismo, la disciplina ciega, y el juego de conveniencias y complicidades, hacen imposible la rebeldía del priismo para exigir elecciones internas auténticas y respeto a sus estatutos, pero sobre todo a la militancia.
Ciertamente, Enrique Ochoa Reza exhibió su credencial de afiliación al PRI de 1991. Sin embargo, la militancia para presidir el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) debe ir más allá de una credencial; documento, además, que fácilmente se puede confeccionar en cualquier momento con tanto avance tecnológico.
Es posible también que alguien solicite su afiliación, pero guarde su credencial en el baúl de los recuerdos mientras hace carrera electoral como pretendía Ochoa Reza per se o aconsejado por su grupo político para servir como parte del aparato electoral bajo el camuflaje de integrante de los órganos electorales autónomos.
¿O es mera casualidad su participación como consejero electoral del otrora Instituto Federal Electoral (IFE) y como Director del Centro de Capacitación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación?; por cierto, a este último cargo renunció en el 2011 (apenas hace cinco años).
Habría que investigar si en ese momento la normatividad interna del órgano jurisdiccional exigía el requisito de “no militancia partidista” para poder ser Director de Centro de Capacitación, en cuyo caso Ocho Reza mintió ocultando su credencial del PRI o ésta nunca existió hasta hace algunos días en que necesitó probar la militancia mínima de diez años exigida por los estatutos priistas. Incluso, exhibió tal documento en redes sociales para frenar el escarnio porque ante los ojos de los mismos priistas resultaba un desconocido en las filas del partido.
Precisamente Democracia 2000 impugnó el registro de Ochoa Reza por falta de militancia, situación que deberá probar, pero antes debe probar también que dicha organización ha recuperado su registro como adherente del PRI o que quienes firman la demanda son priistas; caso contrario, la impugnación no procederá.
En fin, el PRI en el pecado llevará la penitencia si la imposición de Ochoa Reza se traduce en más derrotas electorales en el 2017 con el consecuente riesgo en el 2018.
¿Y cómo le irá al priismo oaxaqueño?
El cambio de presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI supone cambios en Comités Directivos Estatales, sobre todo en aquellas entidades donde este partido perdió las elecciones de gobernador y el priismo se quedó huérfano de jefe político.
Y también supone revisión de estructuras en aquellas entidades donde en 2017 habrá elecciones locales, así como de los 32 comités estatales rumbo al proceso electoral 2017-2018 para las elecciones de Presidente de México, senadores y diputados, y comicios locales concurrentes en algunos estados.
Oaxaca es una de las entidades con elecciones concurrentes y donde el priismo ya tiene jefe político en la persona de Alejandro Murat, amigo y compañero de estudios de Enrique Ochoa Reza; ambos del grupo Atlacomulco.
La revisión de la estructura del PRI no precisamente es porque ande fallando, sino obedece también a la definición de candidaturas para el 2018. Suele ocurrir en ocasiones que los integrantes del Comité Directivo Estatal tienen aspiraciones, y el partido se ve en la necesidad de dejarlos concediéndoles posiciones plurinominales o cambiarlos para postularlos por el principio de mayoría relativa.
Oaxaca no sería la excepción, salvo decisión en contrario del jefe político del priismo local en acuerdo con Ochoa Reza.
Es un secreto a voces que el actual presidente del PRI estatal, Alejandro Avilés Álvarez, guarda la aspiración al Senado de la República, y que también su nombre suena para incorporarse al gabinete de Alejandro Murat como Secretario General de Gobierno, cargo para el cual también candidatean a Celestino Alonso.
Si Alejandro Avilés es llamado al gabinete, tendría que dejar la presidencia del PRI estatal a más tardar el último día de diciembre próximo. Y si se queda en el partido, pero consigue la postulación al senado por la vía de mayoría relativa, tendría que separarse de la dirigencia allá por enero del 2018.
Entonces, Alejandro Murat como jefe político del priismo local y Ochoa Reza seguramente empezarán a revisar escenarios y cartas, pues el CDE no puede quedarse al garete previo al proceso electoral 2017-2018, que iniciará en la primera semana de octubre del 2017.
Algunos de los beneficiados con la llegada de Ochoa Reza
¿Quiénes? Ni se imaginan: Francisco García López, mejor conocido como “Paco Pronas” o “Paco Piza”, quien estuvo en la Comisión Federal de Electricidad hasta antes del inicio de la campaña de Alejandro Murat, a la cual se incorporó.
Entonces, Enrique Ochoa Reza era el jefe de Paco, en la CFE manejaba el tema político-social, no crean que andaba tomando la lectura del servicio de energía eléctrica casa por casa. Claro, por lo menos tuvo que haber aprendido a cambiar un foco… de los caseros.
Dicen que “Paco Pronas” es amigo de Ochoa Reza, y estando éste en la presidencia del PRI nacional al juchiteco se le abren las posibilidades para la candidatura al Senado de la República en una de las dos fórmulas de mayoría, o por lo menos una candidatura a diputado federal o local.
¿Será?
La posibilidad también se amplía para Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva, actual Director General de Liconsa, quien además es amigo de Videgary, supo a tiempo hacer acuerdos con Alejandro Murat en torno a la campaña de éste, y anda en el círculo cercano de trabajo del presidente Enrique Peña Nieto.
Sería otra carta para el Senado de la República.
¿Quién más? Martín Vázquez Villanueva, aunque quien sabe cómo está su relación política con el desconocido… perdón, con el virtual presidente nacional del PRI. Con Alejandro Murat, parece que bien.
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