Las culturas mexica y maya se dan cita en el Museo del Templo Mayor a través de las exposiciones Revelaciones de la arqueología mexica y Oxtankah. Lujo y poder, que son muestra de la capacidad y experiencia de los profesionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) “para realizar trabajos arqueológicos a la altura del siglo XXI”, dijo Teresa Franco, directora general de la institución, al inaugurar ambas exhibiciones en representación del secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa.
Revelaciones de la arqueología mexica conmemora el 25 aniversario de una de las iniciativas más exitosas emanadas del Proyecto Templo Mayor: el Programa de Arqueología Urbana (PAU), que ha permitido recuperar una historia que yace bajo nuestros pies, la del antiguo centro ceremonial de México-Tenochtitlan, urbe que dominó un par de siglos antes de la llegada de los españoles.
Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y artífice del PAU, recordó que éste nació en 1991 aprovechando que se realizaban trabajos de rehabilitación en la Catedral Metropolitana. El objetivo del que partió fue hacer excavaciones (en coincidencia con obras de infraestructura) para recabar información sobre los testimonios arquitectónicos que permanecían del espacio ritual de los tenochcas.
Teresa Franco y Eduardo Matos coincidieron en señalar que hay otra ciudad bajo el corazón de la actual Ciudad de México, y que el PAU (supervisado en distintos momentos por los arqueólogos Francisco Hinojosa, Álvaro Barrera y Raúl Barrera) ha sacado a la luz vestigios de poco más de la mitad de los recintos que configuraron el área sagrada de Tenochtitlan, alrededor de 80, y que abarcó lo que ahora representan siete calles del Centro Histórico.
“Revelaciones de la arqueología mexica y Oxtankah. Lujo y poder —continuó Teresa Franco— son resultado del esfuerzo de expertos que han sabido colaborar y permanecer en la indagación, pues en la medida en que se despejan algunas incógnitas, mayores interrogantes se abren. Como decía Ignacio Bernal, la arqueología no deja dinero, pero sumerge a sus profesionales en una investigación que es intransferible. Aquí el hallazgo más pequeño cuenta igual que uno monumental”.
La muestra El Programa de Arqueología Urbana. Revelaciones de la arqueología mexica relata los trabajos arqueológicos realizados durante la reciente década por el PAU, entre los que se cuentan secciones del Calmécac, antiguo colegio para nobles y sus impresionantes almenas; el descubrimiento del templo principal del dios del viento, Ehécatl; y uno de los más recientes: el gran Tzompantli.
“Hemos logrado contribuciones inéditas, tales como la creación del Museo de Sitio del Calmécac en el Centro Cultural España, que ha tenido mucho éxito desde su apertura; o la beneficiosa combinación de esfuerzos con el Fideicomiso de la Ciudad de México, que ha posibilitado el estudio de áreas en las que difícilmente podríamos haber intervenido”.
Respecto a Oxtankah. Lujo y poder, su eje es una prenda ritual que fue elaborada por mayas prehispánicos, hilando más de mil 600 cuentas de concha para semejar la piel plateada de un pez. En el año 2000, al explorar una cámara mortuoria en este sitio del sur de Quintana Roo, la arqueóloga Hortensia de Vega y su equipo recuperaron dicho atavío que se halló cubriendo los huesos del tórax de un individuo adulto, presumiblemente un alto dignatario de la ciudad, fallecido hace mil 500 años.
Teresa Franco relató a los asistentes que, tras el descubrimiento y recuperación de este ajuar funerario, el doctor Emiliano Melgar Tísoc realizó trabajos de arqueología experimental en los laboratorios del Museo del Templo Mayor. Su investigación permitió que la restauradora Lourdes Gallardo Parrodi recobrara la forma semicircular de la prenda para, posteriormente, coser a mano cada una de las cuentas.
La prenda ritual de Oxtankah es una obra de arte prehispánico que, con sus 1,620 cuentas circulares nacaradas y 34 pendientes de distintos tonos rosados, remite al vasto mundo acuático que veneraba la sociedad maya, al mismo tiempo que suma nuevos conocimientos sobre los antiguos habitantes de la bahía de Chetumal.
Emiliano Melgar explicó que las piezas fueron elaboradas con cuatro especies de moluscos, de las cuales tres provienen de aguas marinas del Caribe y una de agua dulce, probablemente de Belice o del Petén guatemalteco que es zona de ríos. “El nácar de agua dulce emite colores claros y el de agua marina tiene tonos oscuros; los artesanos mezclaron ambas especies, lo cual indica que estaban buscando el color nacarado”.
Con base en manuales especializados se determinó que las 1,620 lentejuelas fueron elaboradas con moluscos Pinctada imbricata y Psoronaias cocodrilorum. Para los 28 pendientes rectangulares y tres pares de colgantes en forma de L que forman el remate, se ocuparon caracoles Strombus gigas y Strombus alatus. Estas especies no pertenecen al litoral de la bahía de Chetumal ni son fáciles de obtener, lo cual añade un valor cultural especial al objeto.
Además, con la aplicación de la metodología experimental se identificó la secuencia de manufactura de cada cuenta y pendiente. Así, se sabe que los artesanos realizaron tareas de desgaste, corte, perforación, pulido y bruñido con herramientas de basalto, pulidores y buriles de pedernal, navajas o lascas de obsidiana y trozos de piel.
El análisis iconográfico en estelas, relieves, dinteles y esculturas mayas reveló una gran variedad de atavíos, y determinó que las lentejuelas estaban unidas en forma imbricada, por ello las perforaciones son excéntricas y sólo una de las dos caras tiene brillo; estos elementos le dan un carácter de prenda, no de collar o pectoral como podría pensarse.
De acuerdo con Lourdes Gallardo, los artesanos quisieron emular las escamas del xihua, un pez endémico y de gran valor para los mayas.
Oxtankah. Lujo y poder, y El Programa de Arqueología Urbana. Revelaciones de la arqueología mexica permanecerán —respectivamente— hasta agosto y octubre de 2016 en el Museo del Templo Mayor. De martes a domingo, de 9 a 17 horas.