El destacado investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Eduardo Matos, a quien la Universidad de Harvard distinguió con la instauración de una cátedra en su honor, dictó la conferencia magistral Eduardo Matos Moctezuma discovers himself. Excavations of the great aztec temple, en la que hizo un viaje al pasado evocando sus inicios en la arqueología, así como los grandes hallazgos del Proyecto Templo Mayor, que este año cumple 40 años de creación.
La Cátedra Eduardo Matos Moctezuma Lecture Series es la primera que se crea en honor de un mexicano en casi 400 años de historia de la universidad, y tiene como propósito mantener los lazos de colaboración entre la comunidad académica mexicana y los especialistas más destacados a nivel internacional en el tema del México prehispánico.
En la cátedra de primavera, realizada en el Geological Lecture Hall de la prestigiada universidad, el maestro en Ciencias Antropológicas con especialidad en Arqueología agradeció la distinción a la citada casa de estudios, así como la generosidad de José Antonio Alonso Espinosa y David Carrasco, Neil L. Rudenstine Professor of the Study of Latin America en la Harvard Divinity School y profesor de Antropología en la institución, quienes la hicieron posible.
Asimismo el arqueólogo mexicano reconoció la colaboración del David Rockefeller Center for Latin American Studies, la Harvard Divinity School y el Moses Mesoamerican Archive de la Universidad de Harvard.
En la ponencia, que fue transmitida de forma simultánea por las redes sociales del Museo de Ciencia y Cultura de Harvard, Matos Moctezuma refirió que a lo largo de las cuatro décadas del Proyecto Templo Mayor encontró estructuras arquitectónicas, ofrendas, monolitos, e incluso a sí mismo.
En sus inicios como arqueólogo tuvo la oportunidad de trabajar en varios sitios prehispánicos como Teotihuacan, Estado de México; en Cholula, Puebla, donde localizó la enorme pirámide que está coronada por una iglesia del siglo XVI; en Tula, Hidalgo, capital del imperio tolteca, y en Tlatelolco, ciudad hermana de Tenochtitlan.
“Todos esos trabajos previos a las excavaciones en el Templo Mayor de Tenochtitlan me dieron la oportunidad de comprender mejor las antiguas ciudades del centro de México, además tuve grandes influencias como la del arqueólogo australiano Gordon Childe (1892-19579) y del antropólogo de origen español Pedro Armillas (1914-1984).
En su viaje a través del tiempo, el arqueólogo mostró una fotografía del Centro Histórico de la Ciudad de México, en la que se distinguía una imagen fantasmal del Templo Mayor, el cual fue arrasado por los conquistadores españoles en 1521, pero que gracias a la arqueología y a otras disciplinas lograron penetrar en el subsuelo y conocer los principales edificios aztecas como parte del Proyecto Templo Mayor, realizado entre 1978 y 1981.
Recordó que en las primeras excavaciones hallaron varias escalinatas superpuestas, porque los mexicas acostumbraban renovar sus templos —cubrían el anterior y hacían otro encima—, que eran lugares de sacralidad. También encontraron restos de la arquitectura y de los pisos de la gran plaza de Tenochtitlan. “La mano de obra que se necesitó fue enorme, así como los materiales que se utilizaron”.
Asimismo, dijo que en la parte alta del Templo Mayor localizaron dos santuarios: uno dedicado a Tláloc (dios del agua) y otro a Huitzilopochtli (dios de la guerra). “Estas dos presencias son muy importante porque eran la base fundamental en la que se sostenía el imperio azteca, por un lado, el dios del agua que tenía que ver con la producción agrícola, y por el otro, el dios de la guerra que era el medio para imponerse a otros grupos y obtener tributo”.
Los adoratorios a Tláloc y Huitzilopochtli pertenecen a la Etapa II (1390 d.C.), y al frente del acceso se localizaron unas urnas funerarias con restos de huesos quemados, una escultura de Chac Mool y una piedra de sacrificio. Mientras que de la Etapa III (1440 d.C.) se encontró una serie de esculturas inclinadas en las escalinatas que llevan al adoratorio del dios de la guerra. De la Etapa IV (1470) se identificaron altares con esculturas de ranas que se asocian a Tláloc.
Eduardo Matos destacó que en el norte del Templo Mayor también se ubicó un edificio adornado con cráneos humanos, que hace referencia al Mictlán, el lugar de la muerte, así como los Templos Rojos, donde también se localizó pintura mural. Asimismo, se descubrió el edificio de los Caballeros Águila donde se encontraron dos figuras en barro.
Explicó que durante esas excavaciones, hechas entre 1978 y 1979, se encontró con David Carrasco y de ahí en adelante comenzaron un trabajo conjunto que no ha cesado.
El maestro Matos mencionó que en 1991 surgió el Programa de Arqueología Urbana (PAU), que se encarga de explorar áreas cercanas al Templo Mayor. En sus inicios excavó pozos bajo la Catedral Metropolitana, donde se localizaron elementos arquitectónicos y ofrendas que contenían tortugas de cerámica, una olla policromada y un disco hecho con 15 mil piezas de turquesa y piedras verdes.
Uno de los principales hallazgos del PAU fue el monolito de Tlaltecuhtli, diosa de la tierra, localizada en 2006. Bajo de ella se encontraron ofrendas con cuchillos de sacrificio ataviados como Ehécatl (dios del viento) y piezas de oro, entre otros materiales. Este mismo programa encontró en 2011 un edificio circular denominado Cuauhxicalco, que era el lugar de enterramiento de los tlatoanis.
Finalmente, dijo que todas estas investigaciones no tendrían sentido si no se dieran a conocer a través de una publicación, por lo que al hacer un recuento se determinó que existen más de mil 200 textos que hacen referencia al Templo Mayor de Tenochtitlan.
El autor de Vida y muerte en el Templo Mayor precisó que sus comentarios vertidos en la ponencia son sólo una pequeña muestra del conocimiento adquirido, el cual “también se lo debemos a David Carrasco, quien con su trabajo ha hecho posible que se conozca más el mundo de los aztecas a nivel internacional.
Durante la conferencia magistral, se exhibió la obra plástica El Caballero Águila, del artista méxico-americano George Yepes, realizada como símbolo para la cátedra y que servirá como identidad visual para las próximas ediciones.
Cabe destacar que la Cátedra Eduardo Matos Moctezuma Lecture Series durará de cinco años. Para cada año, un comité académico —que incluye al profesor Matos— elegirá a un nuevo conferencista para la cátedra. Al igual que el investigador emérito del INAH, los conferencistas darán una presentación en México en el otoño y otra en la primavera en Harvard.