De todas las naciones que se fragmentan en islas y lagos, quizás sea Finlandia la que en un espacio más reducido muestra el exotismo del norte extremo y la tranquilidad de un bosque de cuento.
Y de todas sus regiones, la denominada «de los Lagos» es la que concentra más atractivos. Helsinki, tan apreciada por su diseño, arquitectura y tecnología, es el mejor inicio de cualquier viaje por el país. Además de ofrecer infinidad de museos y galerías de arte, la ciudad inaugura en verano las terrazas de las playas y los parques.
Porvoo, 50 kilómetros al norte de la capital, es la primera parada de la ruta hacia el paraíso lacustre de la Región de los Lagos. Esta pequeña ciudad tiene un casco medieval precioso, surcado por calles repletas de tiendas de artesanía que conducen hasta la Catedral, de piedra y ladrillo, que sobrevivió a un incendio devastador hace menos de una década.
El lugar más fotografiado de Porvoo son los edificios de madera que se erigen a la orilla del río y que fueron pintados de rojo por primera vez a finales del siglo XVIII con ocasión de la visita del rey Gustavo III de Suecia.
El primer contacto con el paisaje lacustre es el lago Saimaa, el mayor de Finlandia. Es navegable y lo recorren tanto barquitas de pesca, una de las atracciones principales, como barcos que llegan desde Rusia y que se deslizan sobre el agua tranquila como un espejo. Los lagos cuentan con las cabañas de madera típicas: sin lujos, pero equipadas, por supuesto, con una sauna.