Gracias por la oportunidad de haber podido abrir un espacio donde nacen nuevas voces, nuevas palabras que descubren y describen la riqueza del mundo interior, que reinventan e interpretan el entorno en la enaltecedora búsqueda del ser humano”, afirmó Miguel Limón Rojas, presidente de la Fundación para las Letras Mexicanas, durante la celebración del décimo aniversario de esta institución, celebrado la noche del lunes 10 de junio en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.
En la ceremonia presidida por Emilio Chuayffet, secretario de Educación Pública, estuvieron presentes Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México; Bernardo Quintana Issac y Eduardo Langagne, presidente del Patronato y director de la fundación, respectivamente, así como el escritor Vicente Quirarte y el becario Jorge Comensal.
Emilio Chuayffet recordó al poeta Octavio Paz cuando dijo que las palabras sueltas no significan nada, sólo si se organizan y se entrelazan van formando el tejido de símbolos que permiten, por medio del pensamiento, expresar el mundo.
El titular de la SEP afirmó que la Fundación para las Letras Mexicanas es una gran aliada para democratizar la cultura. Hace una década, esta institución surgió de la necesidad de fomentar una literatura nacional, siempre bajo los principios del trabajo conjunto, la responsabilidad y el compromiso social.
“Si queremos fomentar la lectura también tenemos que fomentar la escritura, con este propósito, la Fundación para las Letras Mexicanas hace su tarea al fomentar la creación de nuevos clásicos nacionales, mediante un importante programa de becarios en ensayo, narrativa, poesía y dramaturgia, quienes son acompañados por autores experimentados como sus tutores.
El secretario de Educación Pública destacó que con su programa de traducción, la fundación permite la existencia de vasos comunicantes entre la literatura mexicana y la de otras lenguas, además de que su programa de investigación literaria apoya el desarrollo, valoración, disfrute y difusión de nuestra literatura dentro y fuera del país.
“La literatura es ventana y también espejo, nos permite mirar más allá de nosotros mismos, pero también, gracias a la introspección, nos enseña a conocernos. Hago votos porque la Fundación para las Letras Mexicanas siga por su camino, y que éste nos lleve al rescate y la construcción de nuestra identidad literaria”, concluyó Emilio Chuayffet.
Bernardo Quintana, presidente del Patronato de la Fundación para las Letras Mexicanas, expresó que la cultura es lo que más nos une como mexicanos y es lo que más tiene significado para que nuestro país alcance la grandeza a la que legítimamente puede aspirar.
“Los motivos que nos hacen formar esta institución –expuso Bernardo Quintana– son el gran amor a México y nuestra convicción de apoyar el desarrollo de la literatura. Nos hemos preocupado de todos los aspectos de la institución, conocemos a nuestros becarios, su esfuerzo y talento. Por eso nos sentimos orgullosos de tener su apoyo, y seguir avanzando hacia la consecución de los propósitos de la institución. Creemos en la literatura como valiosa creación del ser humano.”
El escritor Vicente Quirarte, en tanto, señaló que la principal tarea de los becarios de la institución es desarrollar la capacidad especial con la cual nacieron, confrontarla con creadores semejantes, hacer de la disciplina una escuela antes de un premio, hallar en el obstáculo un aliento.
“Desde que tengo el privilegio de trabajar con los becarios de esta fundación –agregó– me resulta más difícil poner el llamado punto final al texto que considero terminado. La lección de maestro la recibo cotidianamente de ellos. A nuestros jóvenes les pedimos, exigimos y deseamos que mantengan la pasión intacta y derroten el tiempo a través de la ocupación en la página”.
Vicente Quirarte señaló que a diferencia de quienes reciben estímulos semejantes, nuestros becarios permanecen un número de horas en sus respectivos cubículos, a los que llama puestos de combate, recordando que el escritor es un perturbador de conciencias, un profesional de la subversión con una labor invisible.
“En una sesión una becaria me hizo notar que no estaba mal llamar oficina a un espacio donde trabaja un escritor porque es allí donde ejerce su oficio. Al trabajo mercenario de la oficina con horario se deben obras maestras como Muerte sin fin, Piedra de Sol, Juego de copas. Cuando se tiene algo que expresar en palabras nada puede impedir el nacimiento, no existen barreras para las auténticas pasiones. Los tutores de la fundación alguna vez tuvimos la edad y la energía de quienes hoy dan prueba de su trabajo escrito”.
Y concluyó Vicente Quirarte: “Atender un dolor que nos aqueja, firmar una escritura, encontrar las salidas al eterno laberinto hacen imprescindible la existencia del médico, notario, contador, entre otros hombres instruidos. El trabajo del poeta, el narrador, el ensayista, el dramaturgo, no es tan inmediatamente perceptible; trabaja, primero, para deshacer a sus propios fantasmas llamados conformismo, silencio, medianía. La escritura es desquiciamiento de la persona y su decantación en palabras se transforma en obra perpetua”.
Finalmente, el becario de la Fundación, Jorge Comensal, refirió que “en la fundación también aprendí que los libros no son un palacio o un templo, sino una casa donde se puede vivir la paradoja de estar solos y acompañados, donde se puede tener una vida interior secreta, y al mismo tiempo saber que es compartida por muchos otros”.
“Aunque la soledad es requisito de la escritura, su resultado es la compañía. Para qué sirve el lenguaje sino para expresar con arte los sentimientos. Cada semana los becarios nos reunimos para hablar de nuestros trabajos y es ahí cuando participamos de la labor más estimulante de la literatura. Los becarios venimos de toda la república y esta diversidad nos enriquece, al sentirnos parte de un mismo grupo”.